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miércoles, 14 de septiembre de 2016

RELACIONES DE PODER, ESTRUCTURA POLÍTICA, SOCIEDAD Y CULTURA (I)


En las sociedades occidentales el poder es lo que mejor se muestra, sin embargo, es lo que mejor se esconden (Foulcaul; 2000:156). Todos conocemos las leyes, estamos a merced de la fuerza policial y judicial, todos conocemos la figura del Estado y sus representantes e instituciones, conocemos a los políticos, a las reglas de convivencia, leyes morales, normas y deberes de cada uno de los individuos. Sin embargo, no sabemos cuál es la naturaleza de las leyes, normas y deberes que debemos cumplir como individuos, ni tampoco por qué debemos acatarlas y obedecer a las autoridades; “Las relaciones de poder están tal vez entre lo más oculto del cuerpo social.” (Ibídem). En este sentido, nos preguntamos: ¿Cómo se forman las relaciones de poder? ¿Cuál es su origen? ¿De dónde surge? ¿Cómo algunos llegan a dominar a otros? ¿Cuáles son los medios utilizados para dominar a otros? ¿De dónde surgen estos medios? ¿Por qué algunos son los que dominan y otros no? y ¿Por qué algunos aceptan ser dominados sin oponer resistencia? En definitiva ¿Cómo funcionan las relaciones de poder en una sociedad?

     Michel Foucault (1980:143), manifiesta que el estudio de las relaciones de poder debe estar dirigidos hacia el interior de sus prácticas reales y efectivas y a su campo de aplicación, es decir, donde se implanta y produce efectos reales. Michel Foucault (Citado en: Ávila Fuenmayor; 2006:217) nos dice que se deben estudiar las relaciones de dominación en lo que tienen de fáctico, de efectivo y de ver cómo ella misma es la que determina los elementos sobre los cuales recae. Por tanto, plantea, no preguntar a los sujetos cómo, por qué y bajo qué derechos aceptan ser sometidos, sino indicar cómo se fabrican las relaciones de sometimiento concretas (Foucault. Citado en: Ávila Fuenmayor; 2006:217). En este sentido, al estudiar las relaciones de poder, debemos preguntarnos cómo se aplican, así como también cuáles son los medios con los que es posible aplicarlo, es decir la violencia, amenazas a través de las armas o por efectos de la palabra o discurso, por disparidad económica o por los controles de vigilancia, formas de institucionalización, tradiciones, estructuras legales y  Estado (Foucault; 1991:94). Michel Foucault (1980:143), también manifiesta que más allá de preguntarnos por qué algunos quieren dominar a otros, o cuál es su estrategia de dominio, debemos revelar cómo funciona todo el proceso de sometimiento, es decir el proceso de controlar los cuerpos, gestos comportamiento, etc. El ejercicio del poder no es un hecho escueto, un derecho institucional, ni tampoco es una estructura que se mantiene o se destruye, es elaborada, transformada, organizada, se dota a sí mismo de procesos que están más o menos ajustados a la situación (Foucault; 1991:95).

Estructura política: fuerza, represión, leyes

     En primera instancia, el poder se nos presenta como la capacidad de condicionar la conducta tanto individual, como colectiva por parte de un grupo de personas hacia otras. En este sentido, podemos definir el poder como “…la capacidad de un sujeto de influir, condicionar y determinar el comportamiento de otro individuo.” (Bobbio; 2005:237). Por lo tanto, más allá de una simple relación entre individuos, las relaciones de poder son una forma en que ciertas acciones modifican a otra; el poder no existe en una forma concentrada o difusa, ya que éste solamente existe cuando es puesto en acción (Foucault; 1991:83). El poder sólo se va a materializar al momento en que es posible condicionar y redirigir las actuaciones, conductas, comportamiento y acciones de un grupo de personas y en mantener ese control sobre ellos. De esta manera, el poder va a consistir en guiar la posibilidad de conductas y colocar en orden sus posibles consecuencias; el poder designa las formas en como la conducta de los individuos o grupo pueden ser dirigidas (Foucault; 1991:86). Por lo tanto, aplicar el poder de forma efectiva no implica actuar de forma directa e inmediatamente sobre otros, sino más bien sobre sus acciones existentes o sobre aquellas que pueden surgir en el presente o en el futuro (Foucault; 1991:84). Es así como se va a materializar el poder de forma efectiva y además sólo así es que vamos a estar en presencia de relaciones de poder:

…una relación de poder solo puede articularse sobre la base de dos elementos, cada uno de ellos indispensables, si ha de ser realmente una relación de poder: que el <<otro>> (aquel sobre el cual se ejerce el poder) sea completamente reconocido y mantenido hasta el final como una persona que actúa: y que, enfrentada a una relación de poder, pueda abrirse un campo entero de respuestas, reacciones, resultados e invenciones posibles. (Foucault; 1991:84).

     Aunque las relaciones de poder son intrínsecas en todas las sociedades, sin embargo, el condicionar y redirigir las acciones y comportamiento de los individuos y grupos, no es un proceso que se lleva a cabo de forma natural, en el sentido que los individuos no van aceptar ser dominados por otros de forma espontánea. De esta manera, al encontrarnos en un contexto en donde la dominación no se va a presentar de forma natural, ni los individuos van aceptar ser dominados de forma espontánea, es necesario el uso de medios efectivos que permitan no solamente forzar a los individuos a aceptar ser dominados, sino también a mantener este dominio sobre ellos. Es así como se nos presenta el uso de la violencia, no sólo como un medio para aplicar el poder, sino también para darle origen a las relaciones de poder. Las relaciones de poder al ser una acción que modifica otra acción, la cual fuerza, someten y cierra las puertas a todas las posibilidades existentes de impedir este control hacia las acciones de otros, tuvo que haberse originado a través del uso de la violencia; ésta fue su forma primitiva, su secreto y es además su último recurso y naturaleza real (Foucault; 1991:84). De esta manera, el poder se va a mantener a través del uso de la violencia, ésta representa el medio más eficaz de controlar y condicionar las acciones, comportamiento y voluntad de los individuos:

                 En las relaciones interindividuales, a pesar del estado de subordinación que la expropiación de los medios de producción genera en los expropiado, a pesar de la adhesión pasiva a los valores trasmitidos por parte de los destinatarios de los mensajes emitidos por la clase dominante, solo la utilización de la fuerza física sirve para impedir la insubordinación y para domar cualquier forma de desobediencia. (Bobbio; 2005:243).

     El poder al tener en la violencia su origen y principal naturaleza, la cual utilizada a partir del hecho que el dominio sobre los individuos no se va a llevar a cabo de forma natural ni espontanea, por lo tanto, tenemos que las relaciones de poder son producto del enfrentamiento y la confrontación que dan paso a relaciones de dominio. El poder es lo que reprime a la naturaleza, a los instintos, a una clase, a los individuos, en este sentido, su análisis debe hacerse en termino de lucha, de enfrentamiento, de guerra, por lo tanto, el poder se nos presenta como una guerra continuada pero llevada a cabo con otros medios; por consiguiente podemos decir que el poder en las sociedades contemporáneas se ha instaurado bajo una determinada relación de fuerza, históricamente localizable en la guerra (Foucault; 1980:137). De esta manera, el poder va a ser principalmente una relación de fuerza y va a funcionar a través de la represión. Sin embargo podemos observar que en las sociedades, la fuerza y la represión no se aplican de forma pura y permanente sobre los individuos, sino más bien tenemos formas institucionalizadas, legitimadas y aceptadas de ejercer la violencia sobre los individuos. Bajo este contexto, se nos presenta la estructura política, no como mecanismo que cesa el enfrentamiento y la confrontación, sino más bien lo continúa pero utilizando otros medios que institucionalizan el uso de la violencia para instaurar relaciones de dominio; el poder político utiliza la fuerza y la represión de forma legítima para mantener las relaciones de dominio. De esta manera, al considerar al poder como la continuación de la guerra, la política se nos presenta como la corroboración y el mantenimiento del desequilibrio de las fuerzas que se manifiestan en la guerra:

Y si es cierto que el poder político hace cesar la guerra, hace reinar o intenta hacer reinar una paz en la sociedad civil, no es para suspender los efectos de la guerra o para neutralizar el desequilibrio puesto de manifiesto en la batalla final; el poder político, según esta hipótesis, tendría el papel de reinscribir, perpetuamente, esta relación de fuerza mediante una especie de guerra silenciosa, de inscribirla en las instituciones, en las desigualdades económicas, en el lenguaje, en fin, en los cuerpos de unos y otros. La política como guerra continuada con otros medios sería en este primer sentido un dar la vuelta al aforismo de Clausewitz; es decir, la política sería la corroboración y el mantenimiento del desequilibrio de las fuerzas que se manifiestan en la guerra. (Foucault; 1980:136).

     El poder político al ser la forma institucionaliza de ejercer la fuerza y la represión, se va a erigir como el poder supremo dentro de una sociedad en el que todos se encuentran condicionados, y sus indicaciones deben ser obedecidas por todos los individuos. Ningún grupo en la sociedad, puede llegar nunca a ejercer la influencia dominante y obligatoria para todos los miembros, ni tampoco ejercer la fuerza y la represión como lo hace la estructura política; “Es este carácter vinculante o forzoso de la decisión adoptada lo que distingue a la política de otros acuerdos que se adoptan en función de una relación de familia, de una amistad o de un intercambio económico.” (Vallé; 2007:20). Aunque en las sociedades existan  grupos como la familia, cooperación amistosa, etc., en donde encontramos asignaciones de valores y patrones de conductas, sin embargo éstas sólo son reconocidos por sus propios miembros y además deben contar con el aval de la estructura política para poder ser aplicados; cuando las demandas de obediencia intenta traspasar a sus miembros y aplicarla a toda la sociedad, se origina un conflicto con la estructura de gobierno (Easton; 1999:86). El poder político se fundamenta en la relación de dominación de hombres sobre hombre, mantenida a través de la violencia legítima, por lo tanto, para subsistir necesita que los dominados acaten la autoridad (Weber; SF:3). En este sentido, la estructura política no solamente va a imponer asignaciones obligatorias a cada uno de sus miembros, sino también sanciones hacia aquellos que no acaten sus mandatos, cuyas sanciones son aplicadas a través de la fuerza y la represión.

     La estructura política al tener el uso exclusivo de la violencia física, mantiene el monopolio y legitimidad de la fuerza y la represión. Por lo tanto cualquier asociación o individuo sólo puede ejercer la violencia física en la medida en que el Estado se lo permita (Weber; SF:5). El Estado político aparece cuando los individuos renuncian al empleo individual de la fuerza propia, para ponerlo en manos de una sola persona o institución, que a partir de ese momento será el único autorizado para el empleo de la fuerza, es así como vamos a pasar de un estado de naturaleza a un estado civil, de la anarquía a la arquia, del estado apolítico al estado político (Bobbio; 2005:181). De esta manera, encontramos que el rasgo distintivo del poder político con otras formas de poder, se encuentra en el uso de la fuerza, sin embargo, aunque ésta se presenta como una condición necesaria no es suficiente para la existencia del poder político, ya que podemos tener casos como las bandas delictivas, piratas, grupos subversivos, etc., que se basan en el uso de la fuerza que, sin embargo, no logran tener poder político. De esta manera, el poder político se diferencia por tener la exclusividad en el uso de la fuerza con respecto a los demás grupos que forman parte de la sociedad; esta exclusividad de la del uso de la fuerza es el resultado de un proceso que se desarrolla en todas sociedades para la monopolización de los medios necesarios para ejercer la coacción física, entre los que se encuentran no solamente el uso de las armas, sino también la criminalización y penalización de los actos de fuerza física, no realizado por las personas autorizadas (Bobbio; 2005:180).

     Así como el poder político mantiene la exclusividad del uso de la fuerza, sin embargo, esta exclusividad debe estar legitimada a través de la ley. En este sentido el poder político no solamente va a utilizar la fuerza y la represión como medio de dominio, sino además va a utilizar la ley, no solamente como medio legitimador, sino también de coacción y dominio.  Por lo tanto, el uso de la fuerza con el que se impone el poder político, no va a ser el único medio por el que se ejerce el poder, sino más bien ésta es utilizada como último recurso cuando los individuos por sí solo no aceptan ser controlados por medio de la ley;  “No existe ninguna sociedad en la que las normas sean respetadas automáticamente.” (Lucy Mair citado en: Balandier; 1969:43). Las leyes no solamente dictan las pautas que deben seguir los individuos, sino también cómo debe aplicarse la fuerza y la represión hacia aquellos individuos que no acaten la ley. De esta manera, la ley se nos presenta no solamente como medio legitimador de poder político, sino también como medio de dominación hacia los individuos. Las leyes prohíben, por tal motivo se nos presenta como un medio de dominación. 

     Los medios con que se aplica el poder deben estar legitimados de lo contrario los individuos difícilmente van a aceptar la dominación como algo natural, lo que puede generar confrontaciones en la aplicación del poder. La autoridad con que ejerce el poder la estructura política, en algunos casos no debe contar con recursos o argumentos racionales para que sean obedecido (Vallé; 2007:36), sin embargo, se encuentra legitimado a través de la ley. El poder político se legitima cuando se adapta y cumple las normas establecidas y formalizadas, estas normas las encontramos en las leyes, códigos y constituciones. En este sentido, cuando se toma una decisión o propuesta adaptada a la ley vigente, estamos en presencia de un gobierno considerado legal y legítimo que puede usar la fuerza y la represión. De igual manera, un poder se hace legítimo para una sociedad, cuando obedece a los valores, creencias e ideología, de esa sociedad; “La noción de legitimidad, por tanto, vincula el poder con el mundo de las ideas y de los valores.” (Vallé; 2007:41). Sin embargo, el poder político no solamente se hace legitimo al cumplir en sus decisiones con las leyes vigentes, sino que además debe ajustarse al conjunto de valores de esa sociedad: “Mientras que la legalidad comporta la adecuación de una decisión o de una propuesta a la ley vigente, la legitimidad nos señala el ajuste de esta misma decisión a un sistema de valores sociales, que van más allá de la propia ley escrita, incluida la constitución (Vallé; 2007:43). Las leyes legitiman formalmente el poder, a partir del hecho que éstas, también están legitimadas.

     El poder político, no solamente se hace legitimo cuando cumple con las normas y leyes establecidas, sino también cuando es ejercido por alguien autorizado por estas normas y leyes. Así como las leyes dictan las pautas que deben seguir los individuos y cómo debe aplicarse el poder, de igual manera, dictan las pautas acerca de quiénes son los encargados de aplicar el poder. De esta de esta manera, vamos a encontrar en las sociedades, roles diferenciados que van ayudar a aplicar el poder de forma legítima; “A estos roles diferenciados los identificamos con conceptos como dirigentes, gobierno, autoridades, jefes y ancianos y clan.” (Easton; 1999:84). El poder político detiene las aspiraciones individuales y orienta las decisiones de la colectividad, ya que éste legitima la dominación dentro de la figura política, “El poder político organiza la dominación legítima y la subordinación y crea una jerarquía que le pertenece” (Balandier; 1969: 91). Es así como observamos, que no solamente la aplicación de la fuerza y la represión junto con las leyes van a estar legitimados como mecanismos de poder, sino también aquellos que detentan y aplican el poder también van a estar legitimados:

                   En una monarquía absoluta, por ejemplo, la norma fundamental que autoriza y en cuanto tal legitima el ejercicio del poder no es otra que la ley que establece el orden de sucesión al trono, a diferencia de un Estado parlamentario en donde es la Constitución, y más concretamente aquella parte de la Constitución que regula los poderes del parlamento, las relaciones entre el parlamento y el gobierno, etc., la que determina cuando se está en presencia de un poder ejercido legítimamente. (Bobbio; 2005:257).

     El poder político dentro de una sociedad, no solamente es el único poder capaz de utilizar la fuerza y la represión, sino que además es el único poder que se encuentra legitimado; no solamente crea las leyes que los legitima, sino también establece la legitimidad de aquellos que van a aplicar el poder. Sin embargo, las leyes son tan solo un medio creado por aquellos grupos que detentan el poder; las leyes por sí sola no legitiman las relaciones de poder. Max Weber (SF:3), nos dice que entre aquellos elementos que justifican la legalidad y legitimidad del ejercicio del poder, se encuentra, en primer lugar la legitimidad “tradicional”, materializada en los antiguos jerarcas o príncipes, “…la legitimidad del .eterno ayer, de la costumbre consagrada por su inmemorial validez y por la consuetudinaria orientación de los hombres hacia su respeto.” (Ibídem). En segundo lugar, tenemos los caudillos, jefes guerreros, es decir aquellos que llegan al poder por grandes dotes carismáticos, aquellos que son considerados héroes despertando confianza en la población siendo aquellos grandes líderes demagogos, que arraigan la idea de vocación y además son vistos como personas que son llamados a ser los grandes conductores, por lo tanto no se les presta obediencia porque así lo diga las costumbres, normas o leyes, sino más bien porque creen en ellos; “Pero es a su persona y a sus cualidades a las que se entrega el discipulado, el séquito, el partido.” (Ibídem).

     La estructura política obliga a los individuos a acatar la ley por medio de la fuerza. Sin embargo, no solo la fuerza y la ley son mecanismo utilizado para lograr la dominación de los individuos. Dentro de las sociedades, encontramos asignaciones impuestas a los individuos, las cuales son aceptadas y acatadas no solo por el temor a ser sancionados  por medio de la fuerza, sino también por razones psicológicos que se pueden dirigir a imprecaciones u oprobio social, y en tercer lugar tenemos el interés personal, tradición, lealtad; los cuales se encuentran entre los motivos por el que los individuos aceptas las imposiciones políticas, que son impuestas como una obligación, y es esta obligación lo que las distingue de las demás (Easton; 1999:80). No solo la fuerza y la ley permiten actuar sobre los individuos, sino también la costumbre, status, privilegios. En este sentido, el uso de la violencia representan un elemento usado y presentes en el ejercicio del poder, sin embargo no constituyen su principio heurístico ya que el poder es una estructura de acciones, una manera de actuar sobre sujetos actuantes: incita, induce, seduce, constriñe, prohíbe (Foucault; 1991:85).  En este sentido la manifestación del poder no solamente se encuentra en la represión ya que:

                  Si el poder no fuera más que represivo, si no hiciera otra cosa que decir no ¿cree usted verdaderamente que llegaríamos a obedecerlo?  Lo que hace que el poder se sostenga, que sea aceptado, es sencillamente que no pesa sólo como potencia que dice no, sino que cala de hecho, produce cosas, induce placer, forma saber, produce discurso; hay que considerarlo como una red productiva que pasa a través de todo el cuerpo social en lugar de como una instancia negativa que tiene por función reprimir. (Foucault; 1991:137).

     El control que ejerce la estructura política sobre los individuos, que se ve reflejado en la relación entre dominante y dominados, subyace el triunfo de determinadas ideas acerca de lo bueno y lo malo, lo justo y los injusto, acerca de cómo debe funcionar la sociedad y cómo se debe aplicar el poder, acerca del ideal de justicia, reflejado y plasmado en la ley con que funciona el poder político. Sin embargo, es una ley que es producto de aquellos grupos o clases que detentan el poder y gozan de privilegios dentro de la sociedad; “Pero la hegemonía del Estado no se basa únicamente en la dominación militar de un poder central sobre otros poderes. Es también el triunfo de una determinada concepción ideológica, capaz de justificar esta dominación centralizada.” (Vallé; 2007:89). En este sentido, tenemos que así como en cada sociedad podemos observar concepciones acerca de lo que justo o no, estas concepciones e ideas se ven reflejado en su sistema de justicia y leyes y en su concepción y aplicación del poder. Las leyes no nacen de la sabiduría sino de la autoridad:

                 Para san Agustín, y para todos aquellos que no se resignan a considerar el derecho únicamente como el producto de la voluntad dominante, esto es, que distinguen una comunidad política de una banda de ladrones, la diferencia se encuentra en la correspondencia o no de las leyes con el ideal de justicia. dar a cada uno lo suyo o bien, que cada uno haga aquello que le corresponde, no son meramente formales y, por consiguiente, puede atribuírseles cualquier contenido, .quien decide en cada caso cual es el contenido específico, sino el que tiene el poder de tomar decisiones que valen coactivamente para todos, es decir, una vez más, del detentador del poder político. (Bobbio; 2005:256).

     En todas las sociedades encontramos  que los individuos no solamente aceptan ser sometidos sin oponer o expresar resistencia, sino que además aceptan esta dominación como algo normal en la sociedad, e incluso hasta llegan a defenderla. Es aquí en donde encontramos unas de las primeras manifestaciones de poder. El individuo no es simplemente un elemento pasivo en donde se aplica el poder, sino más bien se nos presenta como uno de sus primeros efectos y además un elemento de conexión: “El poder circula a través del individuo que ha constituido.” (Foucault; 1980:144). Las sociedades moldean a los individuos, imponiéndoles, no solo normas, reglas y valores morales, y acerca de lo bueno y malo tanto para la sociedad como para los individuos. En este sentido, tenemos una transformación técnica de los individuos, es decir, una especie de servidumbre alienada que puede designarse con el nombre de “normalización”, de esta manera, vamos a tener dos manifestaciones de poder: por una parte tenemos las leyes y por otra tenemos las normas; las primeras deben ser conocidas por todos los miembros de la sociedad e interviene cuando existe una infracción, mientras que las segundas interviene durante toda la vida y sólo la conocen quienes la establecen a partir de un cierto saber (Ávila Fuenmayor; 2006:222). Este último no necesita el uso de la fuerza o represión, sino que es asimilado por los individuos quienes no solamente las aceptan, sino que también las transmiten. De esta manera los individuos van a percibir el poder como algo normal y hasta natural dentro de las sociedades:

                 El Poder es para nosotros un hecho natural. Por lejos que se remonte la memoria colectiva, ha presidido siempre los destinos humanos. Y también en nuestros días su autoridad encuentra en nosotros el apoyo de sentimientos muy antiguos que, en sus formas sucesivas, ha ido inspirando sucesivamente. (de Jouvenel; 2011:19).

     El poder en una sociedad no se va a oponer a la libertad, en el sentido que la mayoría de sus individuos obedecen las leyes y pautas dictadas por la estructura política de forma espontaneas;  de esta manera, la libertad se nos presenta como la condición necesaria para el ejercicio del poder, ya que de no de ser así ésta última no existiera en donde se ejerce el poder, ya que no se puede someter a sujetos que no estén libres; en este sentido, la relación entre el poder y la negativa al sometimiento de la libertad, no pueden ser separadas. En este sentido, el poder sólo puede ser ejercido sobre sujetos libre, es decir, sobre aquellos individuos o grupos que pueden tener las posibilidades de conducirse de forma autónoma: “Donde los factores determinantes saturan el todo, no existe relación de poder; la esclavitud, cuando el hombre está encadenado, no es una relación de poder, -en este caso se trata de una relación física de represión.” (Foucault; 1991:87). El poder político al institucionalizarse en la estructura política y al estar legitimado a través de diferentes medios que les permite hacer uso de la fuerza y la represión para dominar a todos los individuos dentro de una sociedad, se va a constituir no solo como un poder legítimo, sino además va a ser percibido como un poder natural y hasta necesario por la mayoría de sus individuos, quienes no solamente van a aceptar ser dominados sino que incluso van a defender esta dominación; el fin de la estructura política es que los individuos obedezcan sin oponer resistencia.

                 EI problema crucial del poder no es el de la servidumbre voluntaria (¿cómo podríamos buscar el ser esclavos?), sino más bien en el centro mismo de la relación de poder y constantemente provocándolo, están la desobediencia de la voluntad y la intransigencia de la libertad. (Foucault; 1991:87).

     Dentro de las sociedades podemos encontrar diferencias acerca de lo bueno y lo malo, lo justo o injusto, etc.; cuando estas diferencias y discrepancias individuales no se resuelven de manera independiente, sino que además atentan con las ideas dominantes de orden y justicia, es cuando aparece el poder político para regular estas diferencias y discrepancias; “En este marco de incertidumbre, la política aparece como una respuesta colectiva al desacuerdo.” (Vallé; 2007:20). Para imponer este dominio utiliza la fuerza y la represión. Sin embargo, el uso de la fuerza y la represión deben estar legitimados a través de diferentes medios entre los que se encuentran las leyes, normas, tradición, etc., ya que de lo contrario difícilmente los individuos van a aceptar ser dominados de forma espontaneas. De esta manera, se nos va a presentar la estructura política no solamente para utilizar la fuera y la represión, sino también para legitimar el uso de la violencia a través de las leyes y  sus instituciones. En este sentido, la estructura política aparece no para cesar esta confrontación, sino más bien para crear relaciones de dominio y contener la inestabilidad que puede ocasionar el dominio de unos sobre otros. El poder político instaura relaciones de dominio utilizando la violencia de forma institucionalizada y es así como logra dominar a todos los miembros de la sociedad para lograr un orden y estabilidad. Por lo tanto la estructura política se nos presenta como un seguro colectivo para la sociedad, ante la amenaza de los conflictos que pueden ocasionar un derrumbe social; a través de la política, es posible que las tensiones, desequilibrio y desigualdades internas, puedan ser reguladas y que sean aceptadas por todas las partes; la política como acción colectiva, busca reducir el riesgo de desintegración social (Vallé; 2007:21).


     El poder político es inherente a toda sociedad, en el sentido que provoca el respeto y acatamiento de las leyes que la fundan, la defiende contra sus propias imperfecciones y limita  la competición entre individuos y grupos (Balandier; 1969:44). La estructura política aparece como forma institucionalizada del poder para lograr el dominio de un grupo sobre otro e imponer no solamente sus ideas acerca de los bueno y lo malo, la distribución de los recursos, etc., sino además para mantener sus posiciones privilegiadas dentro de la sociedad. Sin embargo, las leyes, ideas y demás obligaciones y asignaciones que impone la estructura política, provienen de aquellos grupos que detentan el poder. En las sociedades encontramos clases, grupos e individuos que gozan de una posición privilegiada incluyendo a los que detenta el poder político. Las leyes, normas, tradiciones, con que se legitima el poder político así como todos los medios utilizados por la estructura política, pertenecen a estos grupos privilegiados que no solamente detentan el poder político sino también son los que crean las leyes y las asignaciones obligatorias que son impuestas a todos los individuos. En este sentido, nos preguntamos ¿Qué permite que estos grupos privilegiados detenten el poder, controlen la estructura política y apliquen las leyes, normas y asignaciones por ellos creados? ¿Por qué son ellos y no otros? ¿Cómo la estructura política crea las condiciones para que estos grupos detenten el poder?

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