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viernes, 14 de octubre de 2016

RELACIONES DE PODER, ESTRUCTURA POLÍTICA, SOCIEDAD Y CULTURA (III)

Poder, cultura y estructuras sociales: el origen de la estructura política

     Hasta el momento hemos expuesto cómo la estructura política logra dominar a los individuos que forman parte de una sociedad, así como también por qué algunos grupos son los que logran ejercer el poder en una sociedad y no otros. Sin embargo, esto no es suficiente para entender las relaciones de poder. Si el poder sólo es ejercido por aquellos grupos que al ser poseedores de ciertos recursos, les permiten situarse en posiciones estratégicas para detentar, controlar y aplicar el poder a través de la estructura política, en las que ellos no van a ser los poseedores ni tampoco los creadores de la estructura política. En este sentido, nos preguntamos: ¿Quiénes son los que crean la estructura política? ¿Cuál es su origen? ¿Qué es lo que determina que la estructura política funcione de determinadas manera? ¿Cómo se crean las condiciones para que determinados grupos de la sociedad ejerzan el poder y controlen la estructura política?

     El hecho que el poder se encuentre diseminado por toda la sociedad, implica que este no va a brotar de la estructura política o del Estado y sus instituciones, sino más bien es la estructura política la que surge de las relaciones de poder. El Estado no va a ser el lugar privilegiado del poder sino que es un efecto de conjunto (Foucault. Citado en: Ávila Fuenmayor; 2006:232). Por lo tanto, el poder no aparece como algo intrínseco al Estado, ni tampoco a la infraestructura a la que pertenece el Estado. Existen mecanismos y efectos del poder que no residen en el Estado entre los que tenemos, las jerarquías sociales, la vida de familia, la sexualidad, el uso del cuerpo, las relaciones laborales; las cuales forman parte de las relaciones de poder (Foucault; 1980:120). Sin embargo, es el Estado el que las avala. En este sentido, las relaciones de poder no van a brotar de la estructura política ni de sus instituciones, sino más bien las relaciones de poder van a utilizar a la estructura política para distribuirse y preservarse. Las instituciones son usadas por la estructura política para distribuir las relaciones de poder, ésta es quien las controla y distribuye. Las relaciones de poder no derivan de la estructura política, ya que el poder existe antes que aparezca la estructura política y son las que hacen que ésta última funcione; la estructura política no se representa en el poder, sino más bien es el poder quien se representa en la estructura política: “En referencia al sentido restringido de la palabra gobierno, se podría decir que las relaciones de poder han sido progresivamente gubernamentalizada, es decir elaboradas, racionalizadas y centralizadas en las formas de, o bajo los auspicios de las instituciones del Estado.” (Foucault; 1991:96). En este sentido la importancia y función de las instituciones se encuentra en el establecimiento de las relaciones de poder, mientras que las relaciones de poder se encuentran fueras de las instituciones (Foucault; 1991:91).

     Si el poder no brota de la estructura política, entonces ¿De dónde surgen las relaciones de poder y cómo se crea la estructura política?

     La estructura política se nos presenta como la mayor instancia de poder dentro en una sociedad, la cual es capaz de coaccionar y dominar a todos sus individuos. La estructura política impone leyes, valores y modos de conductas obligatorios para todos los miembros de la sociedad y también ideas acerca de cómo debe funcionar la economía, distribución de los recursos, educación y valores morales. La estructura política también la vemos en las actividades que realiza el sistema de instituciones públicas dirigida por valores de orden y equilibrio social, es decir, aquellas actividades que buscan el bien común o interés general, así como también la distribución de recursos a fin de generar políticas en materia social, económica, educativas, etc.; todas estas son actividades de dirección o gobierno. En este sentido encontramos que dentro de la estructura política subyacen determinadas ideas, cosmovisiones, modos de vida y comportamiento que son impuestos a los individuos. Por lo tanto, tenemos que más allá de ser una instancia de poder, la estructura política esconde determinados valores, creencias, ideas y cosmovisión acerca de cómo deben funcionar las cosas. Sin embargo, todo este conjunto de valores, creencias, ideas, etc., no provienen de la estructura política. Todas las sociedades moldean a los individuos, imponiéndoles, no solo normas, reglas y valores morales, y acerca de lo que es bueno y malo tanto para la sociedad como para los individuos; de esta manera tenemos que la sociedad crea la estructura política para imponer valores, creencia y modos de comportamiento, los cuales no solamente van a estar  plasmados en las leyes y en todo el sistema jurídico, policial, militar;  sino también en la escuela, educación, familia, etc. y en todas las actividades que realiza la estructura política. En este sentido, las relaciones de poder las encontramos en un nivel estructural, las cuales emanan del conjunto de creencias, valores, cosmovisiones, modos de vida y comportamiento de una sociedad, la cual utiliza a la estructura política para imponerlos a todos sus miembros.

     La sociedad implica una organización estructural no empírica, en el que encontramos no solamente la estructura política, sino también tenemos las estructuras económica e ideológica que funcionan a modo de sistema y se encuentran articulas entre sí retroalimentándose unas con otras y es esta interrelación las que permite su normal desenvolvimiento. Estas estructuras sociales funcionan y están determinadas a partir de ideas, creencias, valores y normas acerca de cómo deben funcionar las cosas. De esta manera tenemos que la estructura política y demás estructuras de la sociedad funcionan por la existencia de valores, creencias, cosmovisiones, modos de vida y comportamiento. Todo ese conjunto de ideas, creencias, valores, normas, etc., que encontramos en las estructuras sociales  emanan de la cultura de una sociedad. En las sociedades encontramos relaciones de parentesco, relaciones de producción, relaciones económicas, relaciones de poder, leyes, normas, educación, etc., que van a utilizar a las estructuras sociales para perpetuarse y poder funcionar. Los seres humanos que viven en sociedad, por medio de la cultura crean las estructuras sociales incluyendo a la estructura política. En este sentido, tenemos que la cultura de una sociedad no solamente van a determinar toda conducta y expresión humana, sino también van a generar relaciones sociales que se van a combinar entre sí para formar las estructuras sociales. El funcionamiento de cada una de estas estructuras va a estar determinado por la cultura que las originó. De esta manera, las estructuras económica, ideológica y política junto con su sistema jurídico y demás elementos que forman parte de ella, van a estar determinado y su funcionamiento depende de la cultura de una sociedad. Es la cultura de una sociedad la que va a crear no solamente las relaciones de poder, sino también la estructura política y su funcionamiento; va a crear las leyes, normas, asignaciones, funciones, gestiones  y todo lo que emana de la estructura política, están determinados y provienen de la cultura de una sociedad. Sin embargo, no va a ser la cultura de toda la sociedad, ya que una sociedad no está compuesta de una sola cultura sino de varias, en este sentido va a ser la cultura de los grupos que estén situados en posiciones estratégicas los que van a crear las estructuras sociales y su funcionamiento va a depender de esta cultura.

     El situarse en determinadas posiciones, permite que algunos grupos ejerzan el poder, creen las leyes y controlen la estructura política. Sin embargo, estos grupos tal como hemos dicho, solamente van a ejercer un poder que no vienen de ellos, sino más bien brota de las relaciones sociales, por lo tanto estos grupos no van a crear la estructura política. La estructura política y demás estructura de la sociedad va a ser creadas por aquellos grupos que al ser poseedores de determinados recursos, les va a permitir estar situados en posiciones estratégicas que les permite crear las estructuras sociales, sin embargo, no son ellos los que crean esas estructuras sino más bien es su cultura. El poder lo crea una cultura y no solamente crea el poder también crea todas las estructuras sociales. La manera en cómo funciona estas estructuras está determinada por la cultura de sus individuos pero no de todo los individuos sino de aquellos que esté bien situado o en una situación que les permite poseer recursos para ser determinantes en la creación de estas estructuras. La posesión de determinado recursos permite situarse en determinadas posiciones, de esta manera los grupos dependiendo de donde estén situados van a crear las estructuras sociales. En este sentido, tenemos que la estructura política y demás estructuras de la sociedad va a ser creadas por la cultura de aquellos individuos que al poseer determinados recursos se va a encontrar en determinadas posiciones dentro de la sociedad que les va a permitir crear las estructuras sociales y su funcionamiento va a depender de la manera en cómo fueron creadas, es decir, de la cultura de los individuos que las crearon. Sin embargo, esta cultura no va a ser los que van a detentar el poder, ya que esta cultura sólo crea las condiciones acerca de cómo va a funcionar el poder en donde encontramos las condiciones acerca de cómo se va a ejercer el poder. Por lo tanto, la cultura que crea la estructura política va a crear las condiciones para que determinados grupos de la sociedad puedan ejercer el poder.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Ávila-Fuenmayor, Francisco (2006). El concepto de poder en Michel Foucault. Telos, vol. 8, núm. 2, pp. 215-234. Universidad Privada Dr. Rafael Belloso Chacín. Maracaibo, Venezuela.
Balandier, Georges (1969). Antropología política. Ediciones península. Barcelona.
Bobbio, Norberto (2005). Teoría general de la política. Editorial Trotta. Madrid.
Easton, David. (1999). Esquema para el análisis político. Amorrortu editores. Buenos Aires.
de Jouvenel, Bertrand (2011). Sobre el poder Historia natural de su crecimiento.
Foucault, Michel (1980). Microfísica del poder. Madrid: Edissa.
Foucault, Michel (1991). El sujeto y el poder. Bogotá: CARPE DIEM Ediciones.
Foucault, Michel (2000). Un dialogo sobre el poder y otras conversaciones. Madrid: Alianza editorial.
Foucault, Michel (2003). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo
XXI Editores Argentina
Vallé, Josep María (2007). Ciencia política: una introducción. Editorial Ariel, S.A. Barcelona. Consultado en: http://metodologiainvestigacionpolitica.blogspot.com/2013/04/libro-ciencia-politica-una-introduccion.html

Weber, Max. El político y el científico. Documento recuperado de: http://www.hacer.org/pdf/WEBER.pdf

martes, 27 de septiembre de 2016

RELACIONES DE PODER, ESTRUCTURA POLÍTICA, SOCIEDAD Y CULTURA (II)

El poder como una estrategia: del ejercicio del poder a la coacción de los individuos  

    El poder se materializa a través del dominio de unos sobre otros, sin embargo, no debe ser considerado como una dominación masiva ni homogénea de un grupo de personas sobre otros, ya que no es algo dividido entre los que lo detentan exclusivamente y los que deben obedecer; el poder es algo que circula, es algo que funciona en cadena, no está localizado, ni tampoco en las manos de nadie, ni tampoco es un atributo (Foucault; 1980:144). En este sentido, las relaciones de poder va a ir más allá de una relación entre dominantes y dominados, en el que los primeros imponen su voluntad a los segundos. Por lo tanto,  no van a ser el triunfo de los que lo detentan e imponen su voluntad a todos los individuos, ya que el poder funciona a través de una organización reticular, en donde los individuos no solamente circulan por esas redes de poder, sino que además de sufrir su dominio también pueden ejercerlo, por lo que no va a estar  concentrado en los individuos sino más bien transita de forma transversal (Foucault; 1980:144), ni tampoco va a estar localizado en aquellos que lo detentan o son sus poseedores. En este sentido, el poder se nos presenta como un fenómeno social que circula por todos los miembros de la sociedad:

Este poder, por otra parte, no se aplica pura y simplemente como una obligación o una prohibición, a quienes "no lo tienen"; los invade, pasa por ellos y a través de ellos; se apoya sobre ellos, del mismo modo que ellos mismos, en su lucha contra él, se apoyan a su vez en las presas que ejerce sobre ellos. Lo cual quiere decir que estas relaciones descienden hondamente en el espesor de la sociedad, que no se localizan en las relaciones del Estado con los ciudadanos o en la frontera de las clases y que no se limitan a reproducir al nivel de los individuos, de los cuerpos, unos gestos y unos comportamientos, la forma general de la ley o del gobierno; que si bien existe continuidad (dichas relaciones se articulan en efecto sobre esta forma de acuerdo con toda una serie de engranajes complejos), no existe analogía ni homología, sino  especificidad de mecanismo y de modalidad. (Foucault; 2002: 26).

     Las relaciones de poder se nos presenta como el resultado de una relación social, entre dominantes y dominados en el que estos últimos transfieren el poder hacia los primeros, quienes no van a ser sus poseedores, sino más bien lo van a ejercer. En este sentido, el poder no va a ser algo que posee los que los que lo detentan, ya que no es una propiedad, sino más bien es producto de ciertos dispositivos que les permite funcionar a cabalidad (Foucault. citado en: Ávila Fuenmayor; 2006:226). Por lo tanto, el poder no va a ser aprehensible (no se almacena, ni se acumula), sino más bien va a brotar de las relaciones sociales y se va a difundir por todas ellas (Vallé; 2007:32). La aplicación del poder no va a ser una renuncia a la libertad, sino más bien la manifestación de un consentimiento, en el sentido que va a ser producto de una transferencia de derechos al delegar hacia unos pocos el poder de actuar sobre ellos (Foucault; 1991:83). Una de las condiciones que se nos presenta en todas las relaciones de poder, es el consentimiento de unos a ser dominados por otros, sin embargo, sólo se acepta esta dominación cuando es producto de una transferencia del poder, el cual se manifiesta por medio del consentimiento:

                Se nos dice «ven», y vamos. Se nos dice «vete», y nos vamos; obedecemos al recaudador, al policía, al sargento. Eso no significa seguramente que nos inclinemos ante esos hombres, sino ante sus superiores, a pesar de que, como sucede a menudo, despreciemos sus caracteres y sospechemos de sus intenciones. (de Jouvenel; 2011:18).

     El poder en una sociedad se encuentra diseminado, encontrándolo tanto en los policías, fiscales, jueces, magistrados, primer ministro, presidente, etc., sin haber diferencias entre ellos, ya que todos ejercer un poder que no les pertenece y que además lo ejercen a través de determinadas pautas y leyes que son impuestas por la mismas condiciones que permiten que ellos ejercen el poder. Aunque existan personas que son elegidas de forma representativa y que se presentan semejantes a los gobernados, sin embargo, desde el momento en que ejercen el poder adquieren una voluntad y carácter distintos, en el sentido que las personas al ejercer el poder deben hacerlo siguiendo normas y pautas establecidas; “Las personas a las que se dirige el soberano están obligadas a cumplir la orden que se les da, no por el contenido de esta orden, sino porque emana de una voluntad superior por naturaleza a su propia voluntad.” (de Jouvenel; 2011:50). Por lo tanto, el poder lo puede ejercer el gobierno que toma decisiones, el partido político (que controla al gobierno), diputados (que aprueban leyes), un medio de comunicación (que puede provocar la dimisión de un políticos), asociación patronal (que puede provocar la aplicación de una política económica a su favor), una organización religiosa (puede incidir en la aprobación o no de determinadas leyes), etc. (Vallé; 2007:33). El poder lo encontramos en todos los ámbito de la vida social.

     El poder al estar diseminado dentro de una sociedad, implica que en cada rincón de ésta vamos a encontrar ejercicios de poder. Es así como vamos a estar en presencia de micropoderes que se difunden por toda la sociedad formando un panoptismo o una especie de ciudad carcelaria, que en conjunto dan cuentan del aparato del Estado (Foucault; 1980:118). Esta red de micropoderes, estaría formada por las escuelas, hospitales, casas de corrección y de educación, junto con una policía centralizada que ejerce una vigilancia permanente y exhaustiva; “A través del panoptismo apunto a un conjunto de mecanismos que operan en el interior de todas las redes de procedimientos de los que se sirve al poder.” (Ibídem). El panoptismo, lo encontramos, en un primer nivel en las escuelas, cuarteles y hospitales (psiquiátricos), y en su vigilancia permanente de estos grupos llevado a cabo por el aparato policial y de Estado quienes vigila los desórdenes, criminalidad y desviaciones; “El panoptismo no ha sido confiscado por los aparatos de Estado, pero éstos se han apoyado sobre esta especie de pequeños panoptismos regionales y dispersos.” (Ibídem). De esta manera al estar el poder difundido a través de micropoderes que van desde la escuela, cuarteles y hospitales, hasta el aparato policial y judicial, tenemos que los mecanismos de poder, no debe limitarse solamente a las instituciones del Estado, ya que el poder circula y no lo encontramos localizado solamente en el Estado: “De hecho, el poder en su ejercicio va mucho más lejos, pasa por canales mucho más finos, es mucho más ambiguo, porque cada uno es en el fondo titular de un cierto poder y, en esta medida, vehicula el poder.” (Foucault; 1980:119).

     A pesar que el poder no es una cosa que se tiene o se posee, sin embargo, necesariamente va a ser ejercido por un grupo de personas quienes van a ser los encargados de ejercer y aplicar el poder sobre los individuos; “Hoy como siempre, el Poder lo ejerce un puñado de hombres que controlan la «sala de máquinas». Este grupo constituye lo que se llama el Poder, y su relación con los hombres es una relación de mando.” (Jouvenal; 2011:16). Este grupo de personas quienes que van a ser los encargados de ejercer el poder, no van a llegar a esa posición por ser los más capacitado para ese tipo de funciones, sino más bien va a ser motivado por los recursos que poseen que les permiten situarse en determinadas posiciones estratégicas que les permite ejercer el poder. De una u otra forma, el control de determinados recurso, sitúa a algunas personas en situaciones estratégicamente más ventajosas que otra para así poder ejercer el poder (Vallé; 2007:33). De esta manera, el poder se nos presenta como un recurso, por lo tanto debemos preguntarnos qué posiciones facilitan los recursos que permiten ejercer el poder político. Cuando se habla del poder como recurso, estamos hablando del recurso económico (que permiten recompensar o penalizar los actos de otros); los recursos de coacción (la facultad de anular o limitar la libre decisión de los de más); los recursos simbólicos (capacidad de explicar la realidad social controlando la información, cultura, religión, derecho) (Vallé; 2007:33).  

     Aunque el poder no es la posesión de ningún grupo dominante, sino más bien va a estar difundido y va a brotar de las relaciones sociales, sin embargo, no debemos olvidar que el poder es ante todo una relación de fuerza, dominio, coacción y represión hacia los individuos; “El poder se identifica especialmente con la capacidad de imponer límites y privaciones a la capacidad de decisión de los demás, obligándoles a conductas no queridas por ellos.” (Vallé: 2007:33). De esta manera cuando el poder se nos presenta como un recurso utilizado por aquellos que ejercer el poder, éste último se nos presenta como una coacción y represión hacia los individuos. Cuando  se poseen los recursos que permiten ejercer el poder, este va a ser aplicado como una coacción, imposición y represión por parte de los individuos que ejercer el poder hacia los demás. Los que ejercer el poder son los encargados de aplicar la fuerza y la represión hacia todos los individuos  y éste poder a su vez lo encontramos materializado en el poder político;  “Es esta capacidad de propuesta y de impulsión, de resistencia y de bloqueo la que revela la existencia de poder político en manos de unos determinados sujetos sociales.” (Ob. Cit. 34). De esta manera, la cuestión política va a girar en torno a cómo apoderarse del poder y cómo administrarlo, es decir: “…echando mano de él como quien administra una sustancia que se tiene almacenada en algún deposito.” (Vallé; 2007:31).


     El poder al ser ejercido necesariamente por un grupo de persona, puede ser usado como una estrategia por parte de estos grupos, quienes pueden ejercerlo para lograr determinados objetivos a su favor. De esta manera, el poder se nos presenta como una estrategia usada por los grupos que al estar bien situados están en condiciones de ejercerlo. En este sentido, quien detenta el poder, lo maneja como instrumento aplicándolo sobre los demás con el fin de obtener determinados resultados. De esta manera, los grupos dominantes pueden adueñarse del poder y utilizarlo para sus propios beneficios;  “No tarda en revelarse la aniquiladora enormidad del Poder. Creen que ellos lo han construido, pero no es así. Únicamente lo detentan.” (Jouvenal; 2011:16). El poder va a ser instrumento que se aplica sobre otros para lograr determinados objetivos, por lo que va a ser utilizado con el fin de originar ciertos resultados favorables para un determinado sector a partir del dominio que ellos aplican, lo cual se materializa no solamente a través de la imposición y el predominio de los primeros, sino también la aceptación y acatamiento de los segundos. El poder no es una propiedad, sino una estrategia, sus efectos de dominación no obedecen a una apropiación sino a unas disposiciones, a unas maniobras, a unas tácticas, a unas técnicas, a unos funcionamientos, unidos a una red de relaciones sociales; este poder se ejerce no se posee, tampoco es el privilegio de unos pocos, sino más bien el efecto de sus posiciones y que a su vez se acompaña con la posición de aquellos que son dominados (Foucault; 2002: 26). 

miércoles, 14 de septiembre de 2016

RELACIONES DE PODER, ESTRUCTURA POLÍTICA, SOCIEDAD Y CULTURA (I)


En las sociedades occidentales el poder es lo que mejor se muestra, sin embargo, es lo que mejor se esconden (Foulcaul; 2000:156). Todos conocemos las leyes, estamos a merced de la fuerza policial y judicial, todos conocemos la figura del Estado y sus representantes e instituciones, conocemos a los políticos, a las reglas de convivencia, leyes morales, normas y deberes de cada uno de los individuos. Sin embargo, no sabemos cuál es la naturaleza de las leyes, normas y deberes que debemos cumplir como individuos, ni tampoco por qué debemos acatarlas y obedecer a las autoridades; “Las relaciones de poder están tal vez entre lo más oculto del cuerpo social.” (Ibídem). En este sentido, nos preguntamos: ¿Cómo se forman las relaciones de poder? ¿Cuál es su origen? ¿De dónde surge? ¿Cómo algunos llegan a dominar a otros? ¿Cuáles son los medios utilizados para dominar a otros? ¿De dónde surgen estos medios? ¿Por qué algunos son los que dominan y otros no? y ¿Por qué algunos aceptan ser dominados sin oponer resistencia? En definitiva ¿Cómo funcionan las relaciones de poder en una sociedad?

     Michel Foucault (1980:143), manifiesta que el estudio de las relaciones de poder debe estar dirigidos hacia el interior de sus prácticas reales y efectivas y a su campo de aplicación, es decir, donde se implanta y produce efectos reales. Michel Foucault (Citado en: Ávila Fuenmayor; 2006:217) nos dice que se deben estudiar las relaciones de dominación en lo que tienen de fáctico, de efectivo y de ver cómo ella misma es la que determina los elementos sobre los cuales recae. Por tanto, plantea, no preguntar a los sujetos cómo, por qué y bajo qué derechos aceptan ser sometidos, sino indicar cómo se fabrican las relaciones de sometimiento concretas (Foucault. Citado en: Ávila Fuenmayor; 2006:217). En este sentido, al estudiar las relaciones de poder, debemos preguntarnos cómo se aplican, así como también cuáles son los medios con los que es posible aplicarlo, es decir la violencia, amenazas a través de las armas o por efectos de la palabra o discurso, por disparidad económica o por los controles de vigilancia, formas de institucionalización, tradiciones, estructuras legales y  Estado (Foucault; 1991:94). Michel Foucault (1980:143), también manifiesta que más allá de preguntarnos por qué algunos quieren dominar a otros, o cuál es su estrategia de dominio, debemos revelar cómo funciona todo el proceso de sometimiento, es decir el proceso de controlar los cuerpos, gestos comportamiento, etc. El ejercicio del poder no es un hecho escueto, un derecho institucional, ni tampoco es una estructura que se mantiene o se destruye, es elaborada, transformada, organizada, se dota a sí mismo de procesos que están más o menos ajustados a la situación (Foucault; 1991:95).

Estructura política: fuerza, represión, leyes

     En primera instancia, el poder se nos presenta como la capacidad de condicionar la conducta tanto individual, como colectiva por parte de un grupo de personas hacia otras. En este sentido, podemos definir el poder como “…la capacidad de un sujeto de influir, condicionar y determinar el comportamiento de otro individuo.” (Bobbio; 2005:237). Por lo tanto, más allá de una simple relación entre individuos, las relaciones de poder son una forma en que ciertas acciones modifican a otra; el poder no existe en una forma concentrada o difusa, ya que éste solamente existe cuando es puesto en acción (Foucault; 1991:83). El poder sólo se va a materializar al momento en que es posible condicionar y redirigir las actuaciones, conductas, comportamiento y acciones de un grupo de personas y en mantener ese control sobre ellos. De esta manera, el poder va a consistir en guiar la posibilidad de conductas y colocar en orden sus posibles consecuencias; el poder designa las formas en como la conducta de los individuos o grupo pueden ser dirigidas (Foucault; 1991:86). Por lo tanto, aplicar el poder de forma efectiva no implica actuar de forma directa e inmediatamente sobre otros, sino más bien sobre sus acciones existentes o sobre aquellas que pueden surgir en el presente o en el futuro (Foucault; 1991:84). Es así como se va a materializar el poder de forma efectiva y además sólo así es que vamos a estar en presencia de relaciones de poder:

…una relación de poder solo puede articularse sobre la base de dos elementos, cada uno de ellos indispensables, si ha de ser realmente una relación de poder: que el <<otro>> (aquel sobre el cual se ejerce el poder) sea completamente reconocido y mantenido hasta el final como una persona que actúa: y que, enfrentada a una relación de poder, pueda abrirse un campo entero de respuestas, reacciones, resultados e invenciones posibles. (Foucault; 1991:84).

     Aunque las relaciones de poder son intrínsecas en todas las sociedades, sin embargo, el condicionar y redirigir las acciones y comportamiento de los individuos y grupos, no es un proceso que se lleva a cabo de forma natural, en el sentido que los individuos no van aceptar ser dominados por otros de forma espontánea. De esta manera, al encontrarnos en un contexto en donde la dominación no se va a presentar de forma natural, ni los individuos van aceptar ser dominados de forma espontánea, es necesario el uso de medios efectivos que permitan no solamente forzar a los individuos a aceptar ser dominados, sino también a mantener este dominio sobre ellos. Es así como se nos presenta el uso de la violencia, no sólo como un medio para aplicar el poder, sino también para darle origen a las relaciones de poder. Las relaciones de poder al ser una acción que modifica otra acción, la cual fuerza, someten y cierra las puertas a todas las posibilidades existentes de impedir este control hacia las acciones de otros, tuvo que haberse originado a través del uso de la violencia; ésta fue su forma primitiva, su secreto y es además su último recurso y naturaleza real (Foucault; 1991:84). De esta manera, el poder se va a mantener a través del uso de la violencia, ésta representa el medio más eficaz de controlar y condicionar las acciones, comportamiento y voluntad de los individuos:

                 En las relaciones interindividuales, a pesar del estado de subordinación que la expropiación de los medios de producción genera en los expropiado, a pesar de la adhesión pasiva a los valores trasmitidos por parte de los destinatarios de los mensajes emitidos por la clase dominante, solo la utilización de la fuerza física sirve para impedir la insubordinación y para domar cualquier forma de desobediencia. (Bobbio; 2005:243).

     El poder al tener en la violencia su origen y principal naturaleza, la cual utilizada a partir del hecho que el dominio sobre los individuos no se va a llevar a cabo de forma natural ni espontanea, por lo tanto, tenemos que las relaciones de poder son producto del enfrentamiento y la confrontación que dan paso a relaciones de dominio. El poder es lo que reprime a la naturaleza, a los instintos, a una clase, a los individuos, en este sentido, su análisis debe hacerse en termino de lucha, de enfrentamiento, de guerra, por lo tanto, el poder se nos presenta como una guerra continuada pero llevada a cabo con otros medios; por consiguiente podemos decir que el poder en las sociedades contemporáneas se ha instaurado bajo una determinada relación de fuerza, históricamente localizable en la guerra (Foucault; 1980:137). De esta manera, el poder va a ser principalmente una relación de fuerza y va a funcionar a través de la represión. Sin embargo podemos observar que en las sociedades, la fuerza y la represión no se aplican de forma pura y permanente sobre los individuos, sino más bien tenemos formas institucionalizadas, legitimadas y aceptadas de ejercer la violencia sobre los individuos. Bajo este contexto, se nos presenta la estructura política, no como mecanismo que cesa el enfrentamiento y la confrontación, sino más bien lo continúa pero utilizando otros medios que institucionalizan el uso de la violencia para instaurar relaciones de dominio; el poder político utiliza la fuerza y la represión de forma legítima para mantener las relaciones de dominio. De esta manera, al considerar al poder como la continuación de la guerra, la política se nos presenta como la corroboración y el mantenimiento del desequilibrio de las fuerzas que se manifiestan en la guerra:

Y si es cierto que el poder político hace cesar la guerra, hace reinar o intenta hacer reinar una paz en la sociedad civil, no es para suspender los efectos de la guerra o para neutralizar el desequilibrio puesto de manifiesto en la batalla final; el poder político, según esta hipótesis, tendría el papel de reinscribir, perpetuamente, esta relación de fuerza mediante una especie de guerra silenciosa, de inscribirla en las instituciones, en las desigualdades económicas, en el lenguaje, en fin, en los cuerpos de unos y otros. La política como guerra continuada con otros medios sería en este primer sentido un dar la vuelta al aforismo de Clausewitz; es decir, la política sería la corroboración y el mantenimiento del desequilibrio de las fuerzas que se manifiestan en la guerra. (Foucault; 1980:136).

     El poder político al ser la forma institucionaliza de ejercer la fuerza y la represión, se va a erigir como el poder supremo dentro de una sociedad en el que todos se encuentran condicionados, y sus indicaciones deben ser obedecidas por todos los individuos. Ningún grupo en la sociedad, puede llegar nunca a ejercer la influencia dominante y obligatoria para todos los miembros, ni tampoco ejercer la fuerza y la represión como lo hace la estructura política; “Es este carácter vinculante o forzoso de la decisión adoptada lo que distingue a la política de otros acuerdos que se adoptan en función de una relación de familia, de una amistad o de un intercambio económico.” (Vallé; 2007:20). Aunque en las sociedades existan  grupos como la familia, cooperación amistosa, etc., en donde encontramos asignaciones de valores y patrones de conductas, sin embargo éstas sólo son reconocidos por sus propios miembros y además deben contar con el aval de la estructura política para poder ser aplicados; cuando las demandas de obediencia intenta traspasar a sus miembros y aplicarla a toda la sociedad, se origina un conflicto con la estructura de gobierno (Easton; 1999:86). El poder político se fundamenta en la relación de dominación de hombres sobre hombre, mantenida a través de la violencia legítima, por lo tanto, para subsistir necesita que los dominados acaten la autoridad (Weber; SF:3). En este sentido, la estructura política no solamente va a imponer asignaciones obligatorias a cada uno de sus miembros, sino también sanciones hacia aquellos que no acaten sus mandatos, cuyas sanciones son aplicadas a través de la fuerza y la represión.

     La estructura política al tener el uso exclusivo de la violencia física, mantiene el monopolio y legitimidad de la fuerza y la represión. Por lo tanto cualquier asociación o individuo sólo puede ejercer la violencia física en la medida en que el Estado se lo permita (Weber; SF:5). El Estado político aparece cuando los individuos renuncian al empleo individual de la fuerza propia, para ponerlo en manos de una sola persona o institución, que a partir de ese momento será el único autorizado para el empleo de la fuerza, es así como vamos a pasar de un estado de naturaleza a un estado civil, de la anarquía a la arquia, del estado apolítico al estado político (Bobbio; 2005:181). De esta manera, encontramos que el rasgo distintivo del poder político con otras formas de poder, se encuentra en el uso de la fuerza, sin embargo, aunque ésta se presenta como una condición necesaria no es suficiente para la existencia del poder político, ya que podemos tener casos como las bandas delictivas, piratas, grupos subversivos, etc., que se basan en el uso de la fuerza que, sin embargo, no logran tener poder político. De esta manera, el poder político se diferencia por tener la exclusividad en el uso de la fuerza con respecto a los demás grupos que forman parte de la sociedad; esta exclusividad de la del uso de la fuerza es el resultado de un proceso que se desarrolla en todas sociedades para la monopolización de los medios necesarios para ejercer la coacción física, entre los que se encuentran no solamente el uso de las armas, sino también la criminalización y penalización de los actos de fuerza física, no realizado por las personas autorizadas (Bobbio; 2005:180).

     Así como el poder político mantiene la exclusividad del uso de la fuerza, sin embargo, esta exclusividad debe estar legitimada a través de la ley. En este sentido el poder político no solamente va a utilizar la fuerza y la represión como medio de dominio, sino además va a utilizar la ley, no solamente como medio legitimador, sino también de coacción y dominio.  Por lo tanto, el uso de la fuerza con el que se impone el poder político, no va a ser el único medio por el que se ejerce el poder, sino más bien ésta es utilizada como último recurso cuando los individuos por sí solo no aceptan ser controlados por medio de la ley;  “No existe ninguna sociedad en la que las normas sean respetadas automáticamente.” (Lucy Mair citado en: Balandier; 1969:43). Las leyes no solamente dictan las pautas que deben seguir los individuos, sino también cómo debe aplicarse la fuerza y la represión hacia aquellos individuos que no acaten la ley. De esta manera, la ley se nos presenta no solamente como medio legitimador de poder político, sino también como medio de dominación hacia los individuos. Las leyes prohíben, por tal motivo se nos presenta como un medio de dominación. 

     Los medios con que se aplica el poder deben estar legitimados de lo contrario los individuos difícilmente van a aceptar la dominación como algo natural, lo que puede generar confrontaciones en la aplicación del poder. La autoridad con que ejerce el poder la estructura política, en algunos casos no debe contar con recursos o argumentos racionales para que sean obedecido (Vallé; 2007:36), sin embargo, se encuentra legitimado a través de la ley. El poder político se legitima cuando se adapta y cumple las normas establecidas y formalizadas, estas normas las encontramos en las leyes, códigos y constituciones. En este sentido, cuando se toma una decisión o propuesta adaptada a la ley vigente, estamos en presencia de un gobierno considerado legal y legítimo que puede usar la fuerza y la represión. De igual manera, un poder se hace legítimo para una sociedad, cuando obedece a los valores, creencias e ideología, de esa sociedad; “La noción de legitimidad, por tanto, vincula el poder con el mundo de las ideas y de los valores.” (Vallé; 2007:41). Sin embargo, el poder político no solamente se hace legitimo al cumplir en sus decisiones con las leyes vigentes, sino que además debe ajustarse al conjunto de valores de esa sociedad: “Mientras que la legalidad comporta la adecuación de una decisión o de una propuesta a la ley vigente, la legitimidad nos señala el ajuste de esta misma decisión a un sistema de valores sociales, que van más allá de la propia ley escrita, incluida la constitución (Vallé; 2007:43). Las leyes legitiman formalmente el poder, a partir del hecho que éstas, también están legitimadas.

     El poder político, no solamente se hace legitimo cuando cumple con las normas y leyes establecidas, sino también cuando es ejercido por alguien autorizado por estas normas y leyes. Así como las leyes dictan las pautas que deben seguir los individuos y cómo debe aplicarse el poder, de igual manera, dictan las pautas acerca de quiénes son los encargados de aplicar el poder. De esta de esta manera, vamos a encontrar en las sociedades, roles diferenciados que van ayudar a aplicar el poder de forma legítima; “A estos roles diferenciados los identificamos con conceptos como dirigentes, gobierno, autoridades, jefes y ancianos y clan.” (Easton; 1999:84). El poder político detiene las aspiraciones individuales y orienta las decisiones de la colectividad, ya que éste legitima la dominación dentro de la figura política, “El poder político organiza la dominación legítima y la subordinación y crea una jerarquía que le pertenece” (Balandier; 1969: 91). Es así como observamos, que no solamente la aplicación de la fuerza y la represión junto con las leyes van a estar legitimados como mecanismos de poder, sino también aquellos que detentan y aplican el poder también van a estar legitimados:

                   En una monarquía absoluta, por ejemplo, la norma fundamental que autoriza y en cuanto tal legitima el ejercicio del poder no es otra que la ley que establece el orden de sucesión al trono, a diferencia de un Estado parlamentario en donde es la Constitución, y más concretamente aquella parte de la Constitución que regula los poderes del parlamento, las relaciones entre el parlamento y el gobierno, etc., la que determina cuando se está en presencia de un poder ejercido legítimamente. (Bobbio; 2005:257).

     El poder político dentro de una sociedad, no solamente es el único poder capaz de utilizar la fuerza y la represión, sino que además es el único poder que se encuentra legitimado; no solamente crea las leyes que los legitima, sino también establece la legitimidad de aquellos que van a aplicar el poder. Sin embargo, las leyes son tan solo un medio creado por aquellos grupos que detentan el poder; las leyes por sí sola no legitiman las relaciones de poder. Max Weber (SF:3), nos dice que entre aquellos elementos que justifican la legalidad y legitimidad del ejercicio del poder, se encuentra, en primer lugar la legitimidad “tradicional”, materializada en los antiguos jerarcas o príncipes, “…la legitimidad del .eterno ayer, de la costumbre consagrada por su inmemorial validez y por la consuetudinaria orientación de los hombres hacia su respeto.” (Ibídem). En segundo lugar, tenemos los caudillos, jefes guerreros, es decir aquellos que llegan al poder por grandes dotes carismáticos, aquellos que son considerados héroes despertando confianza en la población siendo aquellos grandes líderes demagogos, que arraigan la idea de vocación y además son vistos como personas que son llamados a ser los grandes conductores, por lo tanto no se les presta obediencia porque así lo diga las costumbres, normas o leyes, sino más bien porque creen en ellos; “Pero es a su persona y a sus cualidades a las que se entrega el discipulado, el séquito, el partido.” (Ibídem).

     La estructura política obliga a los individuos a acatar la ley por medio de la fuerza. Sin embargo, no solo la fuerza y la ley son mecanismo utilizado para lograr la dominación de los individuos. Dentro de las sociedades, encontramos asignaciones impuestas a los individuos, las cuales son aceptadas y acatadas no solo por el temor a ser sancionados  por medio de la fuerza, sino también por razones psicológicos que se pueden dirigir a imprecaciones u oprobio social, y en tercer lugar tenemos el interés personal, tradición, lealtad; los cuales se encuentran entre los motivos por el que los individuos aceptas las imposiciones políticas, que son impuestas como una obligación, y es esta obligación lo que las distingue de las demás (Easton; 1999:80). No solo la fuerza y la ley permiten actuar sobre los individuos, sino también la costumbre, status, privilegios. En este sentido, el uso de la violencia representan un elemento usado y presentes en el ejercicio del poder, sin embargo no constituyen su principio heurístico ya que el poder es una estructura de acciones, una manera de actuar sobre sujetos actuantes: incita, induce, seduce, constriñe, prohíbe (Foucault; 1991:85).  En este sentido la manifestación del poder no solamente se encuentra en la represión ya que:

                  Si el poder no fuera más que represivo, si no hiciera otra cosa que decir no ¿cree usted verdaderamente que llegaríamos a obedecerlo?  Lo que hace que el poder se sostenga, que sea aceptado, es sencillamente que no pesa sólo como potencia que dice no, sino que cala de hecho, produce cosas, induce placer, forma saber, produce discurso; hay que considerarlo como una red productiva que pasa a través de todo el cuerpo social en lugar de como una instancia negativa que tiene por función reprimir. (Foucault; 1991:137).

     El control que ejerce la estructura política sobre los individuos, que se ve reflejado en la relación entre dominante y dominados, subyace el triunfo de determinadas ideas acerca de lo bueno y lo malo, lo justo y los injusto, acerca de cómo debe funcionar la sociedad y cómo se debe aplicar el poder, acerca del ideal de justicia, reflejado y plasmado en la ley con que funciona el poder político. Sin embargo, es una ley que es producto de aquellos grupos o clases que detentan el poder y gozan de privilegios dentro de la sociedad; “Pero la hegemonía del Estado no se basa únicamente en la dominación militar de un poder central sobre otros poderes. Es también el triunfo de una determinada concepción ideológica, capaz de justificar esta dominación centralizada.” (Vallé; 2007:89). En este sentido, tenemos que así como en cada sociedad podemos observar concepciones acerca de lo que justo o no, estas concepciones e ideas se ven reflejado en su sistema de justicia y leyes y en su concepción y aplicación del poder. Las leyes no nacen de la sabiduría sino de la autoridad:

                 Para san Agustín, y para todos aquellos que no se resignan a considerar el derecho únicamente como el producto de la voluntad dominante, esto es, que distinguen una comunidad política de una banda de ladrones, la diferencia se encuentra en la correspondencia o no de las leyes con el ideal de justicia. dar a cada uno lo suyo o bien, que cada uno haga aquello que le corresponde, no son meramente formales y, por consiguiente, puede atribuírseles cualquier contenido, .quien decide en cada caso cual es el contenido específico, sino el que tiene el poder de tomar decisiones que valen coactivamente para todos, es decir, una vez más, del detentador del poder político. (Bobbio; 2005:256).

     En todas las sociedades encontramos  que los individuos no solamente aceptan ser sometidos sin oponer o expresar resistencia, sino que además aceptan esta dominación como algo normal en la sociedad, e incluso hasta llegan a defenderla. Es aquí en donde encontramos unas de las primeras manifestaciones de poder. El individuo no es simplemente un elemento pasivo en donde se aplica el poder, sino más bien se nos presenta como uno de sus primeros efectos y además un elemento de conexión: “El poder circula a través del individuo que ha constituido.” (Foucault; 1980:144). Las sociedades moldean a los individuos, imponiéndoles, no solo normas, reglas y valores morales, y acerca de lo bueno y malo tanto para la sociedad como para los individuos. En este sentido, tenemos una transformación técnica de los individuos, es decir, una especie de servidumbre alienada que puede designarse con el nombre de “normalización”, de esta manera, vamos a tener dos manifestaciones de poder: por una parte tenemos las leyes y por otra tenemos las normas; las primeras deben ser conocidas por todos los miembros de la sociedad e interviene cuando existe una infracción, mientras que las segundas interviene durante toda la vida y sólo la conocen quienes la establecen a partir de un cierto saber (Ávila Fuenmayor; 2006:222). Este último no necesita el uso de la fuerza o represión, sino que es asimilado por los individuos quienes no solamente las aceptan, sino que también las transmiten. De esta manera los individuos van a percibir el poder como algo normal y hasta natural dentro de las sociedades:

                 El Poder es para nosotros un hecho natural. Por lejos que se remonte la memoria colectiva, ha presidido siempre los destinos humanos. Y también en nuestros días su autoridad encuentra en nosotros el apoyo de sentimientos muy antiguos que, en sus formas sucesivas, ha ido inspirando sucesivamente. (de Jouvenel; 2011:19).

     El poder en una sociedad no se va a oponer a la libertad, en el sentido que la mayoría de sus individuos obedecen las leyes y pautas dictadas por la estructura política de forma espontaneas;  de esta manera, la libertad se nos presenta como la condición necesaria para el ejercicio del poder, ya que de no de ser así ésta última no existiera en donde se ejerce el poder, ya que no se puede someter a sujetos que no estén libres; en este sentido, la relación entre el poder y la negativa al sometimiento de la libertad, no pueden ser separadas. En este sentido, el poder sólo puede ser ejercido sobre sujetos libre, es decir, sobre aquellos individuos o grupos que pueden tener las posibilidades de conducirse de forma autónoma: “Donde los factores determinantes saturan el todo, no existe relación de poder; la esclavitud, cuando el hombre está encadenado, no es una relación de poder, -en este caso se trata de una relación física de represión.” (Foucault; 1991:87). El poder político al institucionalizarse en la estructura política y al estar legitimado a través de diferentes medios que les permite hacer uso de la fuerza y la represión para dominar a todos los individuos dentro de una sociedad, se va a constituir no solo como un poder legítimo, sino además va a ser percibido como un poder natural y hasta necesario por la mayoría de sus individuos, quienes no solamente van a aceptar ser dominados sino que incluso van a defender esta dominación; el fin de la estructura política es que los individuos obedezcan sin oponer resistencia.

                 EI problema crucial del poder no es el de la servidumbre voluntaria (¿cómo podríamos buscar el ser esclavos?), sino más bien en el centro mismo de la relación de poder y constantemente provocándolo, están la desobediencia de la voluntad y la intransigencia de la libertad. (Foucault; 1991:87).

     Dentro de las sociedades podemos encontrar diferencias acerca de lo bueno y lo malo, lo justo o injusto, etc.; cuando estas diferencias y discrepancias individuales no se resuelven de manera independiente, sino que además atentan con las ideas dominantes de orden y justicia, es cuando aparece el poder político para regular estas diferencias y discrepancias; “En este marco de incertidumbre, la política aparece como una respuesta colectiva al desacuerdo.” (Vallé; 2007:20). Para imponer este dominio utiliza la fuerza y la represión. Sin embargo, el uso de la fuerza y la represión deben estar legitimados a través de diferentes medios entre los que se encuentran las leyes, normas, tradición, etc., ya que de lo contrario difícilmente los individuos van a aceptar ser dominados de forma espontaneas. De esta manera, se nos va a presentar la estructura política no solamente para utilizar la fuera y la represión, sino también para legitimar el uso de la violencia a través de las leyes y  sus instituciones. En este sentido, la estructura política aparece no para cesar esta confrontación, sino más bien para crear relaciones de dominio y contener la inestabilidad que puede ocasionar el dominio de unos sobre otros. El poder político instaura relaciones de dominio utilizando la violencia de forma institucionalizada y es así como logra dominar a todos los miembros de la sociedad para lograr un orden y estabilidad. Por lo tanto la estructura política se nos presenta como un seguro colectivo para la sociedad, ante la amenaza de los conflictos que pueden ocasionar un derrumbe social; a través de la política, es posible que las tensiones, desequilibrio y desigualdades internas, puedan ser reguladas y que sean aceptadas por todas las partes; la política como acción colectiva, busca reducir el riesgo de desintegración social (Vallé; 2007:21).


     El poder político es inherente a toda sociedad, en el sentido que provoca el respeto y acatamiento de las leyes que la fundan, la defiende contra sus propias imperfecciones y limita  la competición entre individuos y grupos (Balandier; 1969:44). La estructura política aparece como forma institucionalizada del poder para lograr el dominio de un grupo sobre otro e imponer no solamente sus ideas acerca de los bueno y lo malo, la distribución de los recursos, etc., sino además para mantener sus posiciones privilegiadas dentro de la sociedad. Sin embargo, las leyes, ideas y demás obligaciones y asignaciones que impone la estructura política, provienen de aquellos grupos que detentan el poder. En las sociedades encontramos clases, grupos e individuos que gozan de una posición privilegiada incluyendo a los que detenta el poder político. Las leyes, normas, tradiciones, con que se legitima el poder político así como todos los medios utilizados por la estructura política, pertenecen a estos grupos privilegiados que no solamente detentan el poder político sino también son los que crean las leyes y las asignaciones obligatorias que son impuestas a todos los individuos. En este sentido, nos preguntamos ¿Qué permite que estos grupos privilegiados detenten el poder, controlen la estructura política y apliquen las leyes, normas y asignaciones por ellos creados? ¿Por qué son ellos y no otros? ¿Cómo la estructura política crea las condiciones para que estos grupos detenten el poder?

lunes, 4 de julio de 2016

ETNOGRAFÍA: EL MÉTODO DE LA ANTROPOLOGÍA SOCIAL Y CULTURAL

     Todo acceso a un conocimiento determinado, requiere apoyarse bajo ciertos métodos de investigación (Parra Ramírez y Toro Jaramillo; 2006:15); éstos consisten en la observación de datos o hechos y la interpretación de su significado (Martínez Miguélez; 2004:100) y, a diferencia de la metodología, el método es más determinado y concreto, relacionándose con los procedimientos que nos llevan a la teorización del fenómeno estudiado (Díaz Narváez; 2009:129). En este sentido, un método de investigación se nos presenta como “…una cadena ordenada de pasos (acciones) basada en un aparato conceptual determinado y en reglas que permiten avanzar en el proceso de conocimiento, desde lo conocido a lo desconocido.” (Díaz Narváez; 2009:33). Los métodos de investigación abren un camino para la obtención de nuevos conocimientos, así como de teorías científicas (Díaz Narváez; 2009:33).

     Toda ciencia trata de desarrollar técnicas especiales, que les permitan llevar a cabo observaciones sistemáticas y que a su vez les pueda garantizar su interpretación (Martínez Miguélez; 2004:100). Sin embargo, tanto  la metodología, métodos y teorías se encuentran adaptados a cada ciencia en particular, estando condicionadas por la lógica interna y desarrollo de cada ciencia (Díaz Narváez; 2009:34), así como también por la naturaleza del objeto de estudio. En cuanto a las sociedades y culturas, se requiere adoptar métodos que se centren en la observación o una mirada fenomenológica que corresponda con la referencia del observador, ya que “La investigación social es una forma de conocimiento que se caracteriza por la construcción de evidencias empírica elaborada a partir de la teoría aplicando reglas de procedimiento explicitas.” (Baniolo, Dalle, Elbert y Sautu; 2005:14). En este sentido, para poder estudiar las distintas formas en que se expresa la realidad humana, éstas deben ser objeto de una esmerada observación dentro de su propio contexto en donde se realiza (Martínez Miguélez; 2004:123). De esta manera, muchos aspectos de la realidad social al ser más complejas de lo que se pensaba, deben ser estudiadas utilizando métodos que mantengan una mayor sintonía con la realidad a estudiar y que a su vez sean más integrados, sistémicos y estructurales, es decir métodos de naturaleza hermenéuticos (Martínez Miguélez; 2004:61). La antropología social y cultural mantiene una similitud con las demás ciencias sociales en cuanto al objeto de estudio ya que esta se centra en describir, analizar, interpretar y comprender los fenómenos sociales y culturales; por lo tanto requiere de métodos que se centren en la observación y descripción de grupos humanos dentro de su propio contexto. De esta manera la etnografía se nos presenta como el método por excelencia de la antropología, ya que ésta tiene como principio:

                …estudiar las culturas en su estado natural, en vez de intervenirlas con técnicas de encuesta o arreglos experimentales. Se trata de describirlas tal y como acontecen, aunque claro, ésta depende de la aceptación del realismo y la objetividad como aspiración última de cualquier metodología. (Hine; 2004:56).

     Miguel Martínez Miguélez (2004:183), afirma que tanto los resultados, así como los servicios brindados justifica la utilización de la etnografía como método de investigación para la antropología, además sus análisis, integridad, sensibilidad, precisión y posiciones teóricas, dependen de las descripciones etnográficas. La etnografía forma parte del proceso de investigación antropológico, estando conformada por un trabajo de campo y una monografía en donde se describe a una comunidad desde la observación participante y análisis de los datos observados, constituyendo así la base empírica del conocimiento antropológico (Aguirre Baztán; 1995:4). En este sentido, la etnografía junto con la etnología van a formar parte de la investigación antropológica, siendo ésta el primer paso consistente en la observación y descripción e interpretación de grupos humanos concretos, mientras que la etnología representa el análisis y síntesis que se puede efectuar de los datos proporcionados por la etnografía, cuya síntesis representa el conocimiento antropológico. De esta manera, la etnografía se rehúsa a teorizar con los datos obtenidos, separando la descripción e interpretación, de la teoría, lo cual esto último le corresponde a la etnología (Palerm; 1997:26).

     La etnografía busca describir de forma completa y exhaustiva una cultura (Palerm; 1997:26). Ésta se ubica dentro de un plano descriptivo, cuya actividad se realiza en el terreno, es decir en el lugar sometido a examen (Levi-Strauss; 1976:75). Claude Lévi-Strauss (1987:64), realiza una comparación entre la etnografía e historia, mencionando primeramente  que ambas estudias sociedades que no son en las que vive el investigador: en la primera existen un distanciamiento espacial, en la segunda un distanciamiento a través del tiempo; ambas tienen en común su intento por reconstruir a la sociedad estudiada, sin embargo, solamente logran ampliar una experiencia particular hasta alcanzar dimensiones generales la cual queda plasmado como una experiencia accesible para otras personas de otros lugares o tiempo. El etnógrafo recoge hecho y los presenta con el mismo rigor que un historiador, éste por su parte presente los hechos siempre y cuando existe un periodo de tiempo que se lo permita. En este sentido, podemos definir a la etnografía utilizando el concepto dado por Claude Lévi-Strauss (1987:50) quien la define como:

               …la observación y análisis de grupos humanos considerados en su particularidad (grupos elegidos a menudo entre aquellos que más difieren del nuestro, por razones teóricas y prácticas que no derivan en modo alguno de la naturaleza de la investigación) y que busca restituir, con la mayor fidelidad posible la vida de cada una de ellas…

     Clifford Geertz (2003:20), va a redefinir la etnografía manifestando que ésta debe ir más allá de simplemente seleccionar informantes, transcribir textos, establecer genealogías, trazar mapas del área, llevar un diario etc., sino más bien la etnografía se encuentra definida por un tipo de esfuerzo intelectual al que y, citando a Gilbert Ryle, califica como “descripción densa”. Esta descripción densa consistiría en ir más allá de una descripción superficial, en el que se interpretar desde el punto de vista de los participantes las expresiones de una cultura (Geertz; 2003:29). Es decir (y siguiendo el ejemplo expuesto por el mismo Geertz), supongamos que observamos dos expresiones que a simple vista se presentan de la misma manera: la contracción involuntaria de uno de los ojos o “tic”, y el “guiño” que es la misma contracción de uno de los ojos, pero a diferencia del “tic” éste se realiza de una manera deliberada. Una descripción superficial de ambas expresiones no nos dirá en sí qué significado ostentas cada una, ya que éstas no solamente pueden ser un “tic” involuntario o un “guiño”, sino que además si se está en presencia de un “guiño”, éste puede ostentar múltiples significados, todo depende de quién lo realice, dónde y por qué: “Las complejidades son posibles y prácticamente no tienen fin, por lo menos lógicamente.” (Geertz; 2003:22). Por lo tanto, debemos ir más allá de la simple descripción de lo observado, adentrándonos en una tarea interpretativa acerca del porqué se realiza tal o cual actividad, es decir: “Aquello por lo que hay que preguntarse es por su sentido y su valor: si es mofa o desafío, ironía o cólera, esnobismo u orgullo, lo que se expresa a través de su aparición y por su intermedio.” (Geertz; 2003:25).

     Para interpretar los significados presentes en una cultura, el investigador debe sumergirse en la vida cotidiana de las personas, de tal manera que nos permita acceder al conocimiento que ellos tienen de su situación y de sus condiciones de vida. En este sentido, la etnografía exige un acercamiento comunicativo entre el investigador y los sujetos investigados a través del contacto directo con las personas a estudiar, existiendo una comunicación directa y permanente con las personas; “La etnografía es un método que consiste en que el investigador se sumer­ja en el mundo que estudia e intente describirlo teniendo en cuenta el punto de vista de quienes lo viven…” (Ardévol y Gómez Cruz; 2011:192). De esta manera, la etnografía va a permitir, no solamente estudiar la realidad social y cultural a través de las mismas personas sino que además podemos describirla, interpretarla y experimentarla desde los mismos actores, lo cual nos llevará a comprender el hecho cultural que hemos decidido estudiar a través de las mismas personas. De esta manera, a partir de la etnografía podemos penetrar en la intimad del fenómeno cultural y estudiarlo a partir de los mismos actores y sin alterar su contexto original. La etnografía se nos presenta como un método que nace desde la antropología, que nos permite comprender una cultura interrelacionándonos  directamente con las personas, de tal manera que sean ellos los que nos digan por qué realizan tal o cual actividad, en el que el trabajo del investigador se limita a realizar una labor interpretativa acerca del porqué se realiza tal o cual actividad. La etnografía busca adentrarse en los senderos de la cotidianeidad del comportamiento humano entre las distintas formas en que éstos se manifiestan para de tal manera poder entender esos movimientos desde la mirada tanto del investigador como del que intenta revelar su mundo (Cedeño Pérez; 2005:3). En este sentido la etnografía prioriza no la opinión del investigador, sino más bien la de los sujetos investigados:

                 En respuesta a las críticas esgrimidas desde posturas positivistas o cuantitativas, la etnografía se ha adjudicado la producción de una comprensión auténtica de la cultura, basada en conceptos que emergen del estudio y que no se imponen a priori por el investigador. (Hine; 2004:56). 

     La etnografía se caracteriza por realizarse en el mismo lugar en donde se encuentra la cultura a estudiar, materializado en lo que se conoce como trabajo de campo antropológico o etnográfico. Las actividades que realiza el antropólogo dentro la cultura que pretende estudiar, y que consisten en trasladarse al sitio, convivir dentro de la comunidad, practicar sus mismas actividades y vivir el fenómeno cultural por sí mismo, observando, documentando, recopilando y registrando todo tipo de datos pertinentes para la investigación, suelen denominarse trabajo de campo. En este sentido podemos definir el trabajo de campo como el periodo de estadía más o menos prolongado, en el que el investigador permanece en una comunidad de tal manera que pueda conocer la cultura objeto de estudio (Díaz de Rada y Velasco; 2003:18). La etnografía va a estar basada en el trabajo de campo que consiste en participar en la vida cotidiana de una cultura objeto de estudio, tratando de acceder al punto de vista de las mismas personas, observando y registrando todo lo vivido. Es así, como vamos a encontrar afirmaciones como las de Marc Augé y Jean-Paul Colleyn (2005:31), que expresan que el método de la antropología consiste en el trabajo de campo, la observación participante y la comunicación directa con los sujetos sociales y su interpretación del mundo. El trabajo de campo no es toda la etnografía, pero sin éste la etnografía no sería posible.

    En cuanto a considerar el trabajo de campo como técnica de investigación o método, debemos mencionar, tal como afirma Julio Teddy García Miranda (2006:59) que algunos antropólogos lo consideran como una técnica de investigación por el hecho que éste se utiliza como medio para un vínculo entre el investigador y los datos recogidos y un acercamiento sensorial a la realidad, sin embargo, existen antropólogos que consideran el trabajo de campo como un método de investigación etnográfico, en el sentido que más que una recogida de datos el trabajo de campo consiste en una relación dialéctica entre la teoría y la práctica ya que para llevar a cabo un trabajo de campo se requiere de una formación teórica metodológica, junto con la aplicación de diversas técnicas y herramientas de investigación (García Miranda; 2006:59). En este sentido, el trabajo de campo en la antropología social y cultura, se presenta como la actividad fundamental de todo trabajo antropológico y etnográfico, mientras que la aplicación del trabajo de campo en otras disciplinas se puede presentar como una técnica de investigación. En este sentido, el trabajo de campo etnográfico, más que una técnica se nos presenta como un método.

      En cuanto a los orígenes del trabajo de campo en antropología, Julio Teddy García Miranda (2006:59), describe que éste se encuentra a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, cuando antropólogos como Boas, Pit Rivers y Fraser entre otros, en su intención de transformar la antropología en una ciencia inductiva positivista, propusieron una nueva forma de investigación cultural, que consistía en permanecer durante un cierto periodo de tiempo en la comunidad a estudiar aprendiendo los elementos básicos de la lengua nativa; es así como en su intención de transformar a la antropología, el trabajo de campo pasaría a ser el método por excelencia de la antropología social y cultural, siendo a partir de los trabajo de Malinowski y Radcliffe-Brown, en donde alcanzaría mayor importancia, siendo de esta manera, como se consolidó el trabajo de campo como el principal método para practicar la etnografía y ésta a su vez en la materia prima para el análisis etnológico y antropológico. Más tarde los trabajos de Malinowski, Ruth Benedic, Margaret Mead y Steward, es que los antropólogos del siglo XX van a privilegiar el trabajo de campo y se va a afirmar que la investigación antropológica es poco menos que imposible sin el trabajo de campo (ibídem). Julio Teddy García Miranda (2006:60), manifiesta que desde sus inicios la producción del conocimiento en la antropología se ha a sustentando en el trabajo de campo. Éste representa la experiencia constitutiva de la antropología, porque distingue a la disciplina, cualifica a sus investigadores y crea el cuerpo primario de sus datos empíricos (Stockig citado en Monistrol Ruano; 2007:1). De esta manera, encontramos afirmaciones como las de Juan Manuel Delgado y Juan Gutiérrez (1999:143), quien nos menciona que se suele considerar que toda investigación etnográfica para ser considerada como tal, debe estar basada en un trabajo de campo.

     En sus inicios, se consideraba que el trabajo de campo era necesario por el hecho que sólo mediante éste y la observación participativa, era posible describir e interpretar a una cultura, para tal fin el investigador debía instalarse en la comunidad practicando sus costumbres (García Miranda; 2006:60)Según afirmaba Boas (citado en: García Miranda; 1995:59), es solo mediante una estadía más o menos prolongada en una comunidad o cultura viviendo con sus habitantes, conociendo su cultura y su funcionamiento, que era posible entender una cultura; “En efecto, la interpretación de una cultura sólo puede hacerse observándola desde el interior, para lo que es necesario haber convivido con ella en una relación cotidiana intensa” (García Miranda; 1995:60). De igual manera, encontramos antropólogas como Margaret Mead (citado en: García Miranda; 1995:60) quien mencionaba en torno al trabajo de campo, que había que acostumbrarse a vivir con las carencias y la falta de servicios, conocer y aprender sus gustos, sabores y olores, así como su lengua y sus formas de comportamiento para poder entender e interpretar esa forma de vivir desde adentro. En este sentido el trabajo de campo representa el eje de la idiosincrasia disciplinar de la antropología social y cultural en donde la observación participante desempeña un papel fundamental (Delgado y Gutiérrez; 1999:143).

     Más que un desplazamiento físico, el trabajo de campo etnográfico debe estar basado en la experiencia vivida por parte del investigador. Es por ello que la etnografía y principalmente el trabajo de campo, ha utilizado como una de sus principales técnicas la observación participante. Esta última puede definirse como “…un proceso caracterizado, por parte del investigador, como una forma consciente y sistemática de compartir, en todo lo que permita las circunstancias, las actividades de la vida, y, en ocasiones, los intereses y afectos de un grupo de personas.” (Kluckholm. Citado en: Anguera Argiloga; 1995:77). Para ello se va de la observación a la participación, del cuestionario a una entrevista y de la pregunta a la respuesta, lo que exige la presencia del observador pero sin alterar su desarrollo. Toda observación participante debe responder preguntas como de quién, qué, dónde, cuándo, cómo y por qué de las acciones. La observación participante se encuentra inevitablemente asociada a la práctica antropológica (Delgado y Gutiérrez; 1999:143), e incluso se considera que solo es posible describir e interpretar una cultura a través de una observación directa participante (García Miranda; 2006:60); ésta nos aporta un conocimiento directo y experiencial de la cultura (Aguirre Baztán; 1995:11). Aunque debemos agregar que “La observación participante no subsume al trabajo de campo, pero no sería posible fuera de él.” (Díaz de Rada y Velasco; 2003:18). De esta manera, es como la etnografía busca describir de forma completa y exhaustiva una cultura, observando y participando de manera directa en la vida cotidiana de las personas, para ello, observa lo que pasa, escucha lo que dicen, pregunta cosas y usa los mismos espacios con el fin de recoger gran cantidad de datos que le permita esclarecer los temas que al investigador le interesa (Cedeño Pérez; 2005:3). En este sentido, la etnografía, tiene como principal propósito revivir por sí mismo la experiencia y relatarla desde su propia vivencia, como si fuese uno de ellos:

                  Estas descripciones conforman una relación en la que el etnógrafo forma parte de esa experiencia extensa y sólida del sitio de campo; experiencia que el lector difícilmente podría tener (además de una distancia analítica que los participantes, en principio, no son capaces de compartir).” (Hine; 2004:61).

     En una etnografía tanto la descripción así como la interpretación, debe estar basado no solamente en los testimonios de los miembros de una cultura, sino también en la experiencia vivida por el investigador en la realización del trabajo de campo, quien a través de la observación participante debe haber vivido por sí mismo las prácticas culturales a estudiar. En este sentido, al vivir por sí mismo la experiencia cultural, la etnografía como método no se limita simplemente a una recogida e interpretación de los datos, sino también se describe el contexto que produce esos datos, permitiendo de esta manera no solamente una descripción e interpretación de los datos, sino también revelar cómo se produce y reproduce el dato en un contexto cultural determinado, es decir cómo se produce y reproduce una práctica cultural, lo que permite revelar la estructura que produce cada uno de los datos, alcanzando de esta manera una comprensión del objeto de estudio, es decir de la práctica cultura estudiada y esto a su vez representa la singularidad de la etnografía y el trabajo de campo con otros métodos de investigación. La singularidad del trabajo de campo etnográfico y la observación participante, se encuentra en que no solamente nos permite una recolección de datos sino también comprender el contexto que produce esos datos; “No es que la experiencia del trabajo de campo tenga un poder misterioso, pero sin ella la etnógrafa no encontraría el contexto -los olores, sonidos, signos, tensiones, emociones, etc.- de la cultura, que intenta evocar en el texto escrito.” (Wolf, citado en: Hine; 2004:61).

     Aunque suele considerase a Malinowski como el principal precursor del trabajo de campo en antropología, “El capítulo introductorio de los Argonautas puede considerarse la carta fundacional del trabajo de campo antropológico.” (Díaz de Rada y Velasco; 2003:20), su aplicación en sí no necesariamente debe llevarse a cabo tal como él lo forjó, ya que tal como afirma Díaz de Rada y Velasco (2003:20 su aplicación debe adaptarse a las características de los grupos humanos y comunidades que se quiere estudiar y en donde se va a convivir. En este sentido, no existe un criterio único para la aplicación del trabajo de campo ya que éste debe adaptarse a cada grupo humano o situación en donde se llevará a cabo. Sin embargo, es necesario seguir con ciertos pasos en el que se encuentra la redacción del proyecto de trabajo de campo, en el que se debe especificar el lugar escogido, tiempo estimado, informantes claves, técnicas de investigación, etc. Antes de comenzar el trabajo de campo es necesario diseñar un proyecto en el que no solamente se prepara al investigador para la entrada al campo, sino también, se identifican temas, escenarios y se elaboran las guías de generación de información (Monistrol Ruano; 2007:2).

     Ángel Aguirre Baztán (1995:6), afirma que el proceso etnográfico corresponde al trabajo de campo, el cual ser realiza a través de la observación participante y comprende los siguientes pasos:

1. Demarcación del campo: comienza con la elección de una comunidad concreta para realizar el trabajo de campo, a éste le sigue la redacción de un proyecto de trabajo de campo, en el que se debe especificar qué comunidad se va a estudiar, los objetivos que se pretenden lograr con el trabajo de campo, los medios técnicos con que se cuenta y su duración y financiación (Ob. Cit. 9).
2. Preparación y documentación: se encuentra dirigida a consultar documentos bibliográficos y de archivo, éstos se presentan como una fuente de información previa sobre la cultura a estudiar y ésta a su vez es complementada por la utilización de fuentes orales (Ob. Cit. 10).
3. La investigación de campo: comienza con la llegada e inmersión al lugar, la selección de informantes claves, el registro de datos que van desde la descripción del lugar y comportamiento social de los miembros de la comunidad, la aplicación de entrevistas o encuestas y la observación participante (Ob. Cit. 11).
4. Conclusión: la terminación del trabajo de campo y posterior reordenamiento de los datos (Ob. Cit. 14).

     En cuanto a su duración, éste debe finalizarse, o bien porque ha concluido la recogida de datos sobre los aspectos fundamentales de la cultura estudiada, o bien por circunstancia anómalas (Ob. Cit. 14).

     El diseño de la investigación etnográfica se nos presenta flexible en su planificación e implantación, ya que entre otras cosas es el mismo investigador quien decide a dónde ir, con quién conversar, qué datos recoger, a quién entrevistar, las técnicas a utilizar, etc. (Martínez Miguélez; 2004:81). La etnografía consiste en una descripción abierta, lo que implica que su diseño se presenta como algo superfluo (Atkinson y Hammersley; 1994:42). En este sentido, el modelo de investigación etnográfico resulta flexible pues no requiere de un diseño extensivo previo al trabajo de campo e incluso la orientación de la investigación puede ser cambiada a partir de los requerimientos de la elaboración teórica (Atkinson y Hammersley; 1994:38). De igual manera, la etnografía casi no necesita preparación previa, además de ser investigaciones no programadas y su práctica se constituyen por lo inesperado (Atkinson y Hammersley; 1994:41).

     Una vez que se ha planteado uno o varios problemas de investigación, el etnógrafo no solamente debe seleccionar los lugares y casos de investigación (Atkinson y Hammersley; 1994: 53), sino también debe decidir dónde y cuándo observar, con quién conversar, así como qué información registrar y cómo hacerlo (Atkinson y Hammersley; 1994:59). También, es necesario que el lugar escogido sea pertinente al problema de investigación; “….hay que enfatizar que en éste se debe encontrar la información que se busca, ya que ambos aparecen en estrecha interdependencia.” (Atkinson y Hammersley; 1994:54).

     Una vez escogido el lugar en donde se va a realizar el trabajo de campo, el investigador debe realizar todo lo necesario para poder adentrarse en el mismo. De igual manera es necesario seleccionar y justificar las técnicas de generación de información (observación participante, grupos focales, entrevistas individuales, etc), y por último debe seleccionar informantes clave, porteros, participantes y sus características (Monistrol Ruano; 2007:2).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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