El antropólogo Clifford Geertz (2003:19)
afirma que la disciplina antropológica nace alrededor del concepto de cultura,
la cual se ha preocupado por limitar, especificar, circunscribir y contener.
Sin embargo, a pesar que la antropología tenga en la cultura a su principal
objeto de estudio, a lo largo de su historia han aparecido distintos conceptos
propuestos por antropólogos de renombre, que en base a sus investigaciones, han
expresados distintos conceptos de cultura. En este sentido, aunque actualmente
no contemos con un concepto que logre tener un consenso general, sí es posible
encontrar aproximaciones que han abierto un camino para poder entender qué es
la cultura y así profundizar en las investigaciones antropológicas. Al tener en
la cultura a su principal objeto de estudio, implica que las investigaciones
antropológicas dependan del concepto de cultura, por tal motivo debemos
escudriñar y exponer desde la antropología no solamente qué es la cultura, sino
también cómo aparece, cómo funciona, qué implica estudiar la cultura y qué
podemos revelar al estudiarla.
En 1871. E. B.
Tylor presentaba un concepto de cultura que va a representar todo un clásico
dentro de la antropología, el cual consiste en un “Conjunto complejo que
incluye conocimiento, creencias, arte, moral, leyes, costumbres y varias otras
actitudes y hábitos adquiridos por el hombre como miembro de una sociedad.”
(Lerma Martínez; 2006:26). Este concepto vendría a representa el punto de
partida en lo referente a los intentos de conceptualizar la cultura, e iba a
ejercer influencia hasta la Segunda Guerra Mundial (Hurtado; 2006:30). Sin
embargo existirán antropólogos como Clifford Geertz (2003:19) que aunque acepta
su fecundidad, va a expresar que dicho concepto oscurece más las cosas de lo
que revela. En este sentido creemos que más allá de exponer que la cultura se
define a partir de costumbres o modos de vida compartidos por un grupo de
individuos que viven en sociedad y que son transmitidos de generación en
generación, creemos necesario ahondar más a fondo, de tal manera que podamos
exponer no solamente qué son esas costumbres y modos de vida compartidos, sino
también cómo aparecen y cómo funcionan.
En torno al
concepto de cultura de E. B. Tylor podemos inferir que la cultura no solamente
se presenta como patrimonio de un determinado grupo social, sino también que
ésta se adquiere no por transmisión biológica, sino más bien se transmite al
ser miembros de una sociedad, por lo tanto también estaríamos en presencia de
un proceso comunicativo (Lerma Martínez; 2006:26). En este sentido, cuando en
dicho concepto se nos habla de adquirido, quiere decir que la cultura se
transmite por aprendizaje social. De esta manera, podemos encontrar autores
como Marvin Harris (2007:17), el cual define la cultura haciendo énfasis en
ésta como un proceso de aprendizaje y transmisión social, definiéndola como:
“…el modo socialmente aprendido de vida que se encuentra en las sociedades
humanas y que abarca todos los aspectos de la vida social, incluidos el
pensamiento y el comportamiento.”.
Por su parte
Franz Boas (1964:166), nos va a presentar un concepto de cultura que en primera
instancia, no se encuentra muy alejado de E. B. Tylor ya que define la cultura
como las “…actividades mentales y físicas que caracterizan la conducta de los
individuos componentes de un grupo social, colectiva e individualmente, en relación
a su ambiente natural, a otros grupos, a miembros del mismo grupo y de cada
individuo hacia sí mismo.”. Sin embargo, aclara que las culturas implican algo
más que la simple enumeración de dichos aspectos, ya que éstos no son
independientes y poseen una estructura.
Tanto en Tylor,
así como en Harris y Boas, podemos encontrar que el concepto de cultura se
define por características y expresiones que son producidos por los individuos
como miembros de una sociedad. Sin embargo, en cuanto a definir a la
cultura como conductas aprendidas, fenómeno mental, ejercicio intelectual o
esquema cognitivo, el antropólogo Samuel Hurtado (2006:37) va a expresar que de
esta manera el concepto de cultura sufre un impase, ya que ésta tiene que
ubicarse en la producción de significado. De esta manera, encontramos
antropólogos como Clifford Geertz (2003:20), quien va presentar un concepto de
cultura inspirado en la semiótica el cual consiste en una trama o urdimbre de
significados creado por el hombre (seres humanos), lo que convierte su análisis
en una tarea interpretativa. En este sentido más allá de considerar a la
cultura como un conjunto complejo que incluye conocimiento, creencias, arte,
moral, leyes, costumbres y varias otras actitudes y hábitos adquiridos por el hombre
como miembro de una sociedad, debemos manifestar que la cultura nos remite a la
producción de significados:
El concepto de cultura que propugno y cuya utilidad procuran demostrar los
ensayos que siguen es esencialmente un concepto semiótico. Creyendo con Max
Weber que el hombre es un animal inserto en tramas de significación que él
mismo ha tejido, considero que la cultura es esa urdimbre y que el análisis de
la cultura ha de ser por lo tanto, no una ciencia experimental en busca de
leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones. Lo que
busco es la explicación, interpretando expresiones sociales que son enigmáticas
en su superficie. Pero semejante pronunciamiento, que contiene toda una
doctrina en una cláusula, exige en sí mismo alguna explicación. (Ibídem).
Según Clifford
Geertz (Citado en Ortner; 1984:3), la cultura se encuentra encarnada en
símbolos públicos que son utilizados por los miembros de una cultura para
transmitir su cosmovisión, valores, ethos y todo lo demás, entre sí y a las
generaciones futuras; en este sentido el concepto culturas no solamente
encuentra un grado de objetividad que hasta el momento no había encontrado,
sino también se nos indica hacia dónde se debe dirigir su estudio, es decir en
los símbolos como vehículo de significación. Con Geertz el estudio de la
cultura va a ir más allá de una simple descripción superficial de las distintas
actividades, expresiones y manifestaciones de una cultura, dirigiéndose a la
interpretación de los significados por el cual se realiza tal o cual actividad.
En este sentido, nos propone el concepto extraído de Gilbert Ryle de
“descripción densa” (Geertz; 2003:22). Para explicar en qué consiste la
descripción densa, Geertz primeramente, describe dos expresiones que a simple
vista se presentan de la misma manera: la contracción involuntaria de uno de
los ojos o “tic”, y el “guiño” que es la misma contracción de uno de los ojos,
pero a diferencia del “tic” éste se realiza de una manera deliberada. Una
descripción superficial de ambas expresiones no nos dirá en si qué significado
ostentas cada una, ya que éstas no solamente pueden ser un “tic” involuntario o
un “guiño”, sino que además si se está en presencia de un “guiño”, éste puede
ostentar múltiples significados, todo depende de quién lo realice, dónde y por
qué: “Las complejidades son posibles y prácticamente no tienen fin, por lo
menos lógicamente.” (Ibídem). De esta manera, estaríamos en presencia no
solamente de un concepto de cultura que permite definir el objeto de estudio de
la antropología (los significados por el cual se hace tal o cual cosa), sino
también se estaría delimitando la actividad antropológica (hacia la descripción
densa) y el estudio de la cultura (hacia los significados):
Pero la cuestión es que la diferencia entre lo que Ryle llama la
"descripción superficial" de lo que está naciendo el que ensaya ante
el espejo (remedador, guiñador, dueño de un tic...), es decir,
"contrayendo rápidamente el ojo derecho" y la "descripción
densa" de lo que está haciendo ("practicando una burla a un amigo al
simular una señal con el fin de engañar a un inocente y hacerle creer que está
en marcha una conspiración") define el objeto de la etnografía: una
jerarquía estratificada de estructuras significativas atendiendo a las cuales
se producen, se perciben y se interpretan los tics, los guiños, los guiños
fingidos, las parodias, los ensayos de parodias y sin las cuales no existirían
(ni siquiera los tics de grado cero que, como categoríacultural, son
tan no guiños como los guiños son no tics), independientemente de lo que
alguien hiciera o no con sus párpados. (Ibídem).
En las culturas
encontramos la existencia de significados que determinan el comportamiento de
sus individuos. En este sentido, tenemos que en todas las representaciones
culturales, encontramos la existencia de significados: “Los órdenes o sistemas
de la vida social humana se caracterizan por ser significativos, y esto por
igual en las sociedades <<incivilizadas>> y en la
<<civilizadas>>.” (Gómez García; 1981:76). Estos significados son reconocidos, valorados y
descodificados por las mismas personas, a raíz del carácter público que
contienen. De esta manera, el estudio de la cultura
se nos presenta como un estudio semiológico que busca los significados de las
expresiones de las culturas:
Cuando consideramos un sistema de creencia -digamos el totemismo-, una forma de
organización social –clanes unilineales, matrimonios bilaterales-, la preguntas
que planteamos es sin duda: << ¿Qué significa todo esto?>>, y para
responder a ella, nos esforzamos por <<traducir>> a nuestro
lenguaje reglas dadas primitivamente a un lenguaje distinto.” (Lévi-Strauss;
1987:27).
Al manifestar que la cultura nos remite a la existencia de significado, quiere
decir entonces que ésta se desenvuelve dentro de relaciones simbólicas. Los
significados se presentan como una entidad semántica,
cargada de simbolismo y capacidad de representación (Abril; 1999: 494). En este
sentido, cuando los seres humanos asignan significados a hechos o cosas
físicas, éstos luego son transformados en símbolos (White; 1982:43). Es decir,
que aquellas expresiones materiales, así como todo acto, creencia y actitudes
que forman parte de la cultura, funcionan a partir del uso de los símbolos
(Ibidem). Es así, como vamos a encontrar conceptos de cultura como el de Leslie
White (1982:337), en el que se señala la capacidad humana de la simbolización,
definiendo la cultura como “…un diferente orden, o clase, de fenómenos, a
saber, aquellas cosas y hechos que dependen del ejercicio de una facultad
mental, peculiar de la raza humana, a la que hemos llamado
<<simbolización>>.”. Sin embargo, creemos tal como afirma Claude
Lévi-Strauss (1979:22), que más que buscar una teoría sociológica del
simbolismo, debemos más bien buscar el origen simbólico de la sociedad.
La evolución
biológica dotó al ser humano de un cerebro capaz de la función simbólica (Gómez
García; 1988:3). Sin embargo, los conocimientos que se tienen acerca de las
bases fisiológicas del simbolismo, no están claras, hasta el punto que nuestro
conocimiento del tema es escaso o casi nulo (White; 1982:48); aunque sí existen
autores, quienes han estudiado el tema y nos ofrecen distintas teorías acerca
de cómo funciona y se desarrolla el simbolismo en la especie humana, única del
reino animal en poseer dicha cualidad.
El carácter
simbólico de las culturas ha sido abordado por distintos antropólogos, entre
los que podemos mencionar en primera instancia a Marcell Mauss (citado por
Levi-Strauss; 1979:17), quien define la vida social como un mundo de relaciones
simbólica, mientras que Claude Lévi-Strauss (1979:18), manifiesta que está en
la naturaleza de las sociedades expresar sus costumbres e instituciones por
medio de símbolos. De esta manera, encontramos antropólogos como Leslie White
quien afirma que las expresiones materiales, así como todo acto, creencia y
actitudes, funcionan a partir del uso de los símbolos (White; 1982:337). En
este sentido, podemos afirmar tal como manifiesta Ernst Cassirer (1967:26), que
el sistema simbólico transforma la totalidad de la vida humana, sistema
simbólico que incluye el lenguaje, el mito el arte, y la religión.
Para Ernst
Cassirer (1968:26), todo organismo posee un sistema receptor y un sistema
efector, los cuales se encuentran en cooperación y equilibrio, lo que permite
que el organismo pueda sobrevivir, “El receptor por el cual una especie
biológica recibe los estímulos externos y el efector por el cual reacciona ante
los mismos…”. Entre el sistema receptor y el efector, se ubica el sistema
simbólico. Ernst Cassirer (Ibídem) lo explica, afirmando que al haber un
estímulo externo es decir el sistema receptor, su respuesta (que en los demás
organismos biológico es instantánea) en los seres humanos es demorada por un
proceso lento de pensamiento y reflexión. De esta manera es como el ser humano
formaría su mundo simbólico. Este sistema simbólico, se interpone entre el ser
humano y la realidad física en el sentido que todo pensamiento humano estará
mediado por las formas lingüísticas, imágenes artísticas, símbolos míticos,
ritos religiosos; cuya situación también se presenta en la esfera teórica y
práctica en el que el ser humano se encuentra sumido en emociones, esperanzas,
temores, ilusiones, desilusiones, fantasías y sueños; el ser humano a medida
que más piensa y reflexiona se refuerza el sistema (Cassirer; 1968:26).
En Claude
Lévi-Strauss encontramos que el origen simbólico de las culturas, se encuentra
en operaciones de la mente humana. La realidad se presenta ante el ser humano,
como algo confuso y difícil de explicar, que sin embargo, es necesario ordenar,
lo cual sólo es posible a través de la mente (Lévi-Strauss citado en Moragón
Martínez; 2007:10). La mente humana organiza la realidad a través de
combinaciones binarias (mesa: silla) y de oposiciones binarias (hombre/mujer,
día/noche, frio/calor), a partir de estas estructuras lógicas de ordenación, el
pensamiento humano se va a desarrollar a través de relaciones metafóricas y
metonímicas. Las primeras se basan en relaciones morfológicas que atienden a la
forma del objeto dando lugar así a la creación de analogías y metáforas y que
están dirigidas a lo especifico de la realidad llegando a un entendimiento
inmediato o formal de ésta, por su parte el pensamiento basado en relaciones
metonímicas se dirige más a lo abstracto y cualidades intelectuales de la
realidad, que pretende no solamente comprender el mundo sino también explicarlo
(Moragón Martínez; 2007:11); en las primeras observamos relaciones simbólicas
mientras que en las segundas se nos presentan relaciones de causa-efecto
(ciencia). En este sentido, tenemos que las entidades metafísicas que se
inician como conceptos incoados en la mente, luego son exteriorizados a través
de signos y símbolos; las ideas abstractas que son engendradas en nuestra mente
por ejemplo, bueno/malo, luego son proyectadas en el mundo exterior, de esta
manera bueno/malo se pueden convertir en blanco/negro; empleamos signos y
símbolos para proyectarlos sobre cosas y acciones del mundo exterior por
ejemplo: novia vestido blanco/viuda vestido negra, feliz/ triste, bueno/malo,
encontrando así una relación simbólica (Leach; 1989:51). De esta manera,
encontramos que el simbolismo se reduce a un conjunto de leyes que operan a
través de oposiciones binarias (Gómez García; 1981:174). Con lo cual se nos
presenta el concepto de cultura de Claude Levi- Strauss (1979:18), consistente
en “…un conjunto de sistemas simbólicos que tienen situados en primer término
el lenguaje, las reglas matrimoniales, las relaciones económicas, el arte, la ciencia
y la religión.”. Dicho sistema tiene como finalidad expresar ciertos aspectos
de la realidad tanto física como social “…e incluso las relaciones de estos dos
tipos de realidades entre sí, y lo que estos sistemas guardan los unos frente a
los otros.” (Lévi-Strauss; 1979:20).
Los sistemas
simbólico van a permitir que los significados sean expresados y transmitido de
generación en generación. De esta manera, la cultura se nos presenta como un
sistema de comunicación; “Así, comunicarse es, literalmente, el modo como las
culturas funcionan, se construyen y se trasforman.” (Amodio; 2006:25). En este
sentido, las culturas van a
ser a su vez, sistemas de comunicación ya que están compuestas por signos,
símbolos y señales, que transmiten información condicionando las conductas de
los individuos; todas las representaciones culturales contienen un mensaje que
es conocido por los miembros de esa sociedad. Los signos y símbolos se
presentan como transmisores de significados reconocidos, por lo tanto formarían
parte de un sistema de comunicación. “En otras palabras, los
fenómenos del mundo –natural y social-, su ordenamiento y las cosas que lo
conforman, se objetivizan en palabras y símbolos, y sólo así es como podemos
experimentarlo, significarlo y explicarlo.” (Ramos Lara; 2006:54).
Las sociedades
están compuestas por individuos que se comunican entre sí de distintas maneras
(Gómez García; 1981:160). Las culturas en general, cumple las funciones de
comunicación e integración social que busca asegurar la supervivencia de los
individuos; en cada nivel cultural (economía, parentesco, mito, lengua, etc.),
se regula un tipo de intercambio como modalidades de una función
comunicacional, por lo tanto encontramos en las cultural un criterio regido por
la regla de intercambio (Gómez García; 1988:5). La cultura va a funcionar como
un sistema de signos y símbolos que transmiten información de generación en
generación para darle sentido a la existencia humana. En este sentido, es como
un esquema que transmite significaciones materializadas en símbolos y signos de
una generación a otra; esto es, un sistema de modelos que se heredan y expresan
a través de formas simbólicas con las cuales los actores sociales se comunican,
perpetúan y adquieren sus conocimientos y actitudes frente a la política.”
(Castro Domingo; 2011:242).
Los signos y
símbolos sólo transmites información, siempre y cuando estén combinados con
otros signos y símbolos dentro de un sistema; los signos y símbolos no son
unidades autónomas. Los signos no se presentan de manera aislados sino más bien
éstos siempre forman parte de un conjunto de signos y símbolos que funcionan
dentro de un contexto cultural específico y sólo transmiten información siempre
y cuando estén combinados con otros signos y símbolos de un mismo contexto
(Leach; 1989:19). Además los signos solamente transmiten información, porque
sus miembros conocen el significado. Para que un signo, símbolo o señal, pueda
transmitir información, su significado anteriormente tiene que ser explicado
(Leach; 1989:16). De esta manera encontramos que tanto las culturas como el
lenguaje mantienen arquitecturas similares y ambas se edifican a través de
oposiciones y correlaciones; lo que implica que ambas mantengan el mismo tipo
de estructura (Lévi-Strauss; 1987:110).
Para que un
signo tenga significado, debe estar combinado con otros signos que en conjunto
generan relaciones de sentidos. En este sentido, tenemos que en los
sistemas simbólicos lo importante no va a ser los signos sino más bien cómo están
combinados, ya que los signos y símbolos sólo pueden ejercer funciones siempre
y cuando pertenezcan a sistemas, regidos por leyes internas (Lévi-Strauss;
1987:35). La sociedad más que ser producto de la interacción de los individuos,
tenemos relaciones de sentido que establecen los significados que encontramos
en la cultura y en la vida cotidiana; “El complejo de sentido socialmente
acumulado y compartido reproduce –y puede dar lugar a- significaciones que
reproducen y forman códigos intersubjetivos de acción.” (Ramos Lara; 2006:45).
Dentro de las culturas subyacen estructuras compuestas de signos y símbolos que
funcionan a modo de sistema, y es esta organización sistémica lo que les da
vida: “Los contenidos empíricos, los objetos, símbolos y personajes que
aparecen no significan por sí mismo sino que se vuelven significativos dentro
del sistema de relaciones o estructura que revelan.” (Gómez García;
1981:131). Los distintos comportamientos manifestados por los seres
humanos, obedecen a una realidad estructural que no se encuentra a la vista,
sino más bien al nivel de los sentidos que origina ese corpus de significados.
Aquello que
expresa la cultura a nivel superficial, no es más que el reflejo de una serie
de mecanismos fijos que se hallan en un nivel estructural, cuyos mecanismos se
encuentran perfectamente ordenados, formados por elementos que combinados entre
sí dan lugar a las diferentes expresiones culturales; de esta manera la labor
del investigador se encuentra en descifrar los códigos ocultos de significados
que subyacen bajo el conjunto de relaciones observable empíricamente (Moragón;
2007:2). En este sentido, el enfoque interpretativo recurre a dos ejes de
análisis: el sentido y el significado intersubjetivos que la acción social
tiene para sus protagonistas; por eso su principio de partida es: tras lo
visible de las acciones sociales yacen dispositivos de significados simbólicos
que otorgan sentido y –por ende- controlan la conducta de los seres humanos.
(Ramos Lara; 2006:44).
En la mente
humana, encontramos un inconsciente estructurante que le da forma a los
contenidos externos y los estructura a través de oposiciones binarias, con lo
cual aparece el sistema simbólico y con éste la cultura. Este inconsciente es
la base de lo simbólico y por ende de toda cultura y sociedad; “…es natural por
cuanto es universal pero es propio de lo simbólico y portador de sus
posibilidades de significación impone sus “reglas” a toda obra cultural; es de
naturaleza en extremo lógica.” (Fages; 1972:57). Tal como lo entiende Claude
Lévi-Strauss, el inconsciente: “Deja de ser el refugio inefable de las
particularidades individuales y el depositario de una historia singular, para
no ser más que el conjunto de estructuras que se ponen en juego en la función
simbólica.” (Gómez García; 1981:175). En este sentido, el inconsciente se nos
presenta como un sistema de estructuras universales (Lévi-Strauss citado en:
Remotti; 1972:145), estableciendo reglas de comunicación simbólica e imponiendo
leyes estructurales, es decir, que todo lo que recibe el individuo
externamente, sólo adquiere significación a través de cómo lo organiza el
inconsciente y lo trasforma en discurso (Fages; 1972:).
Al ser una
instancia universal presente en todo pensamiento humano y en todas las
manifestaciones de la cultura, el inconsciente nos permitirá obtener un
principio de explicación válida para toda interpretación cultural. El
inconsciente lévis-traussiano es formal, racional y lógico, en cada institución
de la cultura subyace una estructura inconsciente, lo cual también nos dice que
detrás de todo fenómeno social existe un orden perfectamente coherente (Gómez
García; 1981:64). De igual manera, el inconsciente también va a imponer leyes
estructurales a elementos inarticulados que vienen de otra parte: pulsiones,
emociones, representaciones, recuerdos (Gómez García; 1981:175). Por lo tanto,
encontramos que en las culturas subyace una instancia objetiva y universal, con
leyes estructurantes que rigen todos los sistemas de representaciones,
significado, sentido, estados afectivos y pensamiento expresada por cada
individuo, cultura y sociedad.
A partir de la
existencia del inconsciente, encontramos en las culturas una realidad
estructural que obedece a una lógica binaria. Sin embargo, tal como lo afirma
Claude Lévi-Strauss (Citado en: Gómez García; 1981:78), estas estructuras no
definen algo real, sino más bien hacen referencia a la red lógica de
oposiciones y correlaciones que vinculan los elementos del sistema de una totalidad
que lo inteligibiliza: “La estructura de un sistema para Lévi-Strauss, designa
siempre el modelo abstracto que da cuenta del objeto empírico.” (Gómez García;
1981:78). Ninguna estructura se reduce a una reordenación de partes cualquiera,
sino más bien una estructura obedece a un ordenamiento que funcionan a modo de
sistema, el cual mantienen una cohesión interna inaccesible a la observación
(Lévi-Strauss; 1987:35).
Según afirma
Claude Lévi-Strauss (1987:301), la noción de estructura nos remite a los
modelos construidos, de acuerdo a la realidad empírica; estos modelos deben
contar con cuatro condiciones: 1.presentar carácter de sistema. Consiste en
elementos tales que una modificación cualquiera en uno de ellos entraña una
modificación en todos los demás. 2. Todo modelo pertenece a un grupo de
trasformaciones, cada uno de las cuales corresponde a un modelo de la misma
familia, de manera que el conjunto de estas transformaciones constituyen un
grupo de modelo. 3. Las propiedades antes indicadas, permiten predecir de qué
manera reaccionará el modelo, en caso de que uno de sus elementos se
modifiquen. 4. Finalmente, el modelo debe ser construido de tal manera que su
funcionamiento pueda dar cuenta de todos los hechos observados.
Claude Lévi-Strauss
(1987:303), manifiesta que cuando el modelo hace referencia a lo inconsciente,
expone lo oculto de lo consciente dando cuenta de este último. En este sentido
cuando se habla de estructura se hace referencia a un modelo que explica cómo
se encuentran relacionados y combinados los elementos a modo de sistema, y que
dan cuenta de las expresiones culturales conscientes. Pedro Gómez García
(1981:53) en su trabajo sobre Claude Lévi-Strauss afirma que es necesario
descentrarse de lo consciente y centrarse en lo que oculta lo consciente y que
a su vez lo explica “…desde lo vivido, sensible y consciente se va hacia lo
real, inteligible e inconsciente donde radica la verdad de lo inmediatamente
vivenciado.” (Gómez García; 1981:54). Es así, cómo podemos explicar dentro de
las culturas, las pautas de conductas y costumbres que ostentan una naturaleza
inconsciente.
Más allá de
toda creencia, costumbre o práctica cultura, subyace una realidad estructural,
lógica e inconsciente, “Las grandes manifestaciones de la vida social tienen en
común con la obra de arte el hecho de nacer al nivel de la vida inconsciente…”
(Lévi-Strauss; 1988:125). Las costumbres son impuestas externamente y anteceden
los sentimientos internos y cómo podrán y deberán manifestarse las emociones,
según Lévi-Strauss éstas responde al funcionamiento de las estructuras lógica
inconscientes (Gómez García; 1981:54).
En las culturas
encontramos una instancia inconsciente, que no es manifestada por los miembros
de una cultura. Sin embargo, las categorías inconsciente que determinan en
última instancia el funcionamiento de la magia, la religión o lingüística, debe
buscarse a partir de los testimonios y observación de los participantes
(Lévi-Strauss; 1987:24). En este sentido, todo conocimiento de tipo etnográfico
e historiográfico no se ha de desechar, sino más bien se ha de utilizar a los
fines de la determinación de las condiciones o estructuras inconscientes que
están en la base de los fenómenos sociales (Remotti; 1972:147). Cuando el
etnólogo encuentra que cada una de las explicaciones dadas por los miembros de
una cultura, se consiguen con explicaciones secundarias o superficiales y poco
racionales acerca de sus costumbres e instituciones (Lévi-Strauss; 1987:66).
Escasamente los miembros de una cultura, se dan a la tarea de reflexionar
acerca del origen y naturaleza por el cual se realiza alguna costumbre,
práctica o representación, sólo se nos presentan explicaciones superficiales
que no expresan su origen inconsciente (Lévi-Strauss; 1987:66). Claude
Levi-Strauss (Lévi-Strauss; 1987:66), expresa que es muy difícil encontrar una
explicación razonable acerca de una costumbre o institución; aunque sus
explicaciones pueda parecer muy razonable, sin embargo éstas deben ser
consideradas de tipo secundario, ya que las razones inconscientes por las que
se practica una costumbre no se encuentran dentro de estas explicaciones.
En torno a las
expresiones culturales conscientes, el antropólogo Leslie White (1982:157) nos
advierte que a pesar de la fuerza de convicción que tiene la experiencia
inmediata, éstas representan una ilusión; todo lo que el individuo puede
distinguir a través de los sentidos a pesar de ser percibido carece de origen y
significación, sin embargo, esta consciencia a pesar de no ser percibido como
tal sino más bien como algo privado e individual, tiene un origen
sociocultural: “La consciencia es sencillamente nuestra experiencia de nuestro
conocimiento del funcionamiento de ciertas fuerza socioculturales que actúan
sobre nosotros.” (Ibídem).
La cultura
actúa sobre el individuo (sin que él lo sepa), modelando su conducta, pero de
manera inconsciente; los motivos por el cual se debe practicar las tradiciones
culturales permanecen inconscientes, al individuo. Por lo tanto creemos tal
como lo dice Leslie White (1982:161), que estudiar la cultura implica acceder a
ese nivel inconsciente: “La ciencia de la cultura se encuentra empeñada en
descubrir, definir y explicar estos factores culturales inconscientes." (Ibídem).
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