Todo acceso a un conocimiento
determinado, requiere apoyarse bajo ciertos métodos de investigación (Parra
Ramírez y Toro Jaramillo; 2006:15); éstos consisten en la observación de datos
o hechos y la interpretación de su significado (Martínez Miguélez; 2004:100) y,
a diferencia de la metodología, el método es más determinado y concreto,
relacionándose con los procedimientos que nos llevan a la teorización del
fenómeno estudiado (Díaz Narváez; 2009:129). En este sentido, un método de
investigación se nos presenta como “…una cadena ordenada de pasos (acciones)
basada en un aparato conceptual determinado y en reglas que permiten avanzar en
el proceso de conocimiento, desde lo conocido a lo desconocido.” (Díaz Narváez;
2009:33). Los métodos de investigación abren un camino para la obtención de
nuevos conocimientos, así como de teorías científicas (Díaz Narváez; 2009:33).
Toda ciencia
trata de desarrollar técnicas especiales, que les permitan llevar a cabo
observaciones sistemáticas y que a su vez les pueda garantizar su
interpretación (Martínez Miguélez; 2004:100). Sin embargo, tanto la
metodología, métodos y teorías se encuentran adaptados a cada ciencia en
particular, estando condicionadas por la lógica interna y desarrollo de cada
ciencia (Díaz Narváez; 2009:34), así como también por la naturaleza del objeto
de estudio. En cuanto a las sociedades y culturas, se requiere adoptar métodos
que se centren en la observación o una mirada fenomenológica que corresponda
con la referencia del observador, ya que “La investigación social es una forma
de conocimiento que se caracteriza por la construcción de evidencias empírica
elaborada a partir de la teoría aplicando reglas de procedimiento explicitas.”
(Baniolo, Dalle, Elbert y Sautu; 2005:14). En este sentido, para poder estudiar
las distintas formas en que se expresa la realidad humana, éstas deben ser
objeto de una esmerada observación dentro de su propio contexto en donde se
realiza (Martínez Miguélez; 2004:123). De esta manera, muchos aspectos de la
realidad social al ser más complejas de lo que se pensaba, deben ser estudiadas
utilizando métodos que mantengan una mayor sintonía con la realidad a estudiar
y que a su vez sean más integrados, sistémicos y estructurales, es decir
métodos de naturaleza hermenéuticos (Martínez Miguélez; 2004:61). La
antropología social y cultural mantiene una similitud con las demás ciencias
sociales en cuanto al objeto de estudio ya que esta se centra en describir,
analizar, interpretar y comprender los fenómenos sociales y culturales; por lo
tanto requiere de métodos que se centren en la observación y descripción de
grupos humanos dentro de su propio contexto. De esta manera la etnografía se
nos presenta como el método por excelencia de la antropología, ya que ésta
tiene como principio:
…estudiar las culturas en su estado natural, en vez de
intervenirlas con técnicas de encuesta o arreglos experimentales. Se trata de
describirlas tal y como acontecen, aunque claro, ésta depende de la aceptación
del realismo y la objetividad como aspiración última de cualquier metodología.
(Hine; 2004:56).
Miguel Martínez
Miguélez (2004:183), afirma que tanto los resultados, así como los servicios
brindados justifica la utilización de la etnografía como método de
investigación para la antropología, además sus análisis, integridad,
sensibilidad, precisión y posiciones teóricas, dependen de las descripciones
etnográficas. La etnografía forma parte del proceso de investigación
antropológico, estando conformada por un trabajo de campo y una monografía en
donde se describe a una comunidad desde la observación participante y análisis
de los datos observados, constituyendo así la base empírica del conocimiento
antropológico (Aguirre Baztán; 1995:4). En este sentido, la etnografía junto
con la etnología van a formar parte de la investigación antropológica, siendo
ésta el primer paso consistente en la observación y descripción e interpretación
de grupos humanos concretos, mientras que la etnología representa el análisis y
síntesis que se puede efectuar de los datos proporcionados por la etnografía,
cuya síntesis representa el conocimiento antropológico. De esta manera, la
etnografía se rehúsa a teorizar con los datos obtenidos, separando la
descripción e interpretación, de la teoría, lo cual esto último le corresponde
a la etnología (Palerm; 1997:26).
La etnografía
busca describir de forma completa y exhaustiva una cultura (Palerm; 1997:26).
Ésta se ubica dentro de un plano descriptivo, cuya actividad se realiza en el
terreno, es decir en el lugar sometido a examen (Levi-Strauss; 1976:75). Claude
Lévi-Strauss (1987:64), realiza una comparación entre la etnografía e historia,
mencionando primeramente que ambas estudias sociedades que no son en las que
vive el investigador: en la primera existen un distanciamiento espacial, en la
segunda un distanciamiento a través del tiempo; ambas tienen en común su
intento por reconstruir a la sociedad estudiada, sin embargo, solamente logran
ampliar una experiencia particular hasta alcanzar dimensiones generales la cual
queda plasmado como una experiencia accesible para otras personas de otros
lugares o tiempo. El etnógrafo recoge hecho y los presenta con el mismo rigor
que un historiador, éste por su parte presente los hechos siempre y cuando
existe un periodo de tiempo que se lo permita. En este sentido, podemos definir
a la etnografía utilizando el concepto dado por Claude Lévi-Strauss (1987:50)
quien la define como:
…la observación y análisis de grupos
humanos considerados en su particularidad (grupos elegidos a menudo entre
aquellos que más difieren del nuestro, por razones teóricas y prácticas que no
derivan en modo alguno de la naturaleza de la investigación) y que busca
restituir, con la mayor fidelidad posible la vida de cada una de ellas…
Clifford Geertz
(2003:20), va a redefinir la etnografía manifestando que ésta debe ir más allá
de simplemente seleccionar informantes, transcribir textos, establecer
genealogías, trazar mapas del área, llevar un diario etc., sino más bien la
etnografía se encuentra definida por un tipo de esfuerzo intelectual al que y,
citando a Gilbert Ryle, califica como “descripción
densa”. Esta descripción densa consistiría en ir más allá de una
descripción superficial, en el que se interpretar desde el punto de vista de
los participantes las expresiones de una cultura (Geertz; 2003:29). Es decir (y
siguiendo el ejemplo expuesto por el mismo Geertz), supongamos que observamos
dos expresiones que a simple vista se presentan de la misma manera: la
contracción involuntaria de uno de los ojos o “tic”, y el “guiño” que es la
misma contracción de uno de los ojos, pero a diferencia del “tic” éste se
realiza de una manera deliberada. Una descripción superficial de ambas
expresiones no nos dirá en sí qué significado ostentas cada una, ya que éstas
no solamente pueden ser un “tic” involuntario o un “guiño”, sino que además si
se está en presencia de un “guiño”, éste puede ostentar múltiples significados,
todo depende de quién lo realice, dónde y por qué: “Las complejidades son
posibles y prácticamente no tienen fin, por lo menos lógicamente.” (Geertz;
2003:22). Por lo tanto, debemos ir más allá de la simple descripción de lo
observado, adentrándonos en una tarea interpretativa acerca del porqué se
realiza tal o cual actividad, es decir: “Aquello por lo que hay que preguntarse
es por su sentido y su valor: si es mofa o desafío, ironía o cólera, esnobismo
u orgullo, lo que se expresa a través de su aparición y por su intermedio.”
(Geertz; 2003:25).
Para
interpretar los significados presentes en una cultura, el investigador debe
sumergirse en la vida cotidiana de las personas, de tal manera que nos permita
acceder al conocimiento que ellos tienen de su situación y de sus condiciones
de vida. En este sentido, la etnografía exige un acercamiento comunicativo entre
el investigador y los sujetos investigados a través del contacto directo con
las personas a estudiar, existiendo una comunicación directa y permanente con
las personas; “La etnografía es un método que consiste en que el investigador
se sumerja en el mundo que estudia e intente describirlo teniendo en cuenta el
punto de vista de quienes lo viven…” (Ardévol y Gómez Cruz; 2011:192). De esta
manera, la etnografía va a permitir, no solamente estudiar la realidad social y
cultural a través de las mismas personas sino que además podemos describirla,
interpretarla y experimentarla desde los mismos actores, lo cual nos llevará a
comprender el hecho cultural que hemos decidido estudiar a través de las mismas
personas. De esta manera, a partir de la etnografía podemos penetrar en la
intimad del fenómeno cultural y estudiarlo a partir de los mismos actores y sin
alterar su contexto original. La etnografía se nos presenta como un método que
nace desde la antropología, que nos permite comprender una cultura interrelacionándonos
directamente con las personas, de tal manera que sean ellos los que nos
digan por qué realizan tal o cual actividad, en el que el trabajo del
investigador se limita a realizar una labor interpretativa acerca del porqué se
realiza tal o cual actividad. La etnografía busca adentrarse en los senderos de
la cotidianeidad del comportamiento humano entre las distintas formas en que
éstos se manifiestan para de tal manera poder entender esos movimientos desde
la mirada tanto del investigador como del que intenta revelar su mundo (Cedeño
Pérez; 2005:3). En este sentido la etnografía prioriza no la opinión del
investigador, sino más bien la de los sujetos investigados:
En
respuesta a las críticas esgrimidas desde posturas positivistas o cuantitativas,
la etnografía se ha adjudicado la producción de una comprensión auténtica de la
cultura, basada en conceptos que emergen del estudio y que no se imponen a priori por
el investigador. (Hine; 2004:56).
La etnografía
se caracteriza por realizarse en el mismo lugar en donde se encuentra la
cultura a estudiar, materializado en lo que se conoce como trabajo de campo
antropológico o etnográfico. Las actividades que realiza el antropólogo dentro
la cultura que pretende estudiar, y que consisten en trasladarse al sitio,
convivir dentro de la comunidad, practicar sus mismas actividades y vivir el
fenómeno cultural por sí mismo, observando, documentando, recopilando y
registrando todo tipo de datos pertinentes para la investigación, suelen
denominarse trabajo de campo. En este sentido podemos definir el trabajo de
campo como el periodo de estadía más o menos prolongado, en el que el
investigador permanece en una comunidad de tal manera que pueda conocer la
cultura objeto de estudio (Díaz de Rada y Velasco; 2003:18). La etnografía va a
estar basada en el trabajo de campo que consiste en participar en la vida
cotidiana de una cultura objeto de estudio, tratando de acceder al punto de
vista de las mismas personas, observando y registrando todo lo vivido. Es así,
como vamos a encontrar afirmaciones como las de Marc Augé y Jean-Paul Colleyn
(2005:31), que expresan que el método de la antropología consiste en el trabajo
de campo, la observación participante y la comunicación directa con los sujetos
sociales y su interpretación del mundo. El trabajo de campo no es toda la
etnografía, pero sin éste la etnografía no sería posible.
En cuanto a
considerar el trabajo de campo como técnica de investigación o método, debemos
mencionar, tal como afirma Julio Teddy García Miranda (2006:59) que algunos
antropólogos lo consideran como una técnica de investigación por el hecho que
éste se utiliza como medio para un vínculo entre el investigador y los datos
recogidos y un acercamiento sensorial a la realidad, sin embargo, existen
antropólogos que consideran el trabajo de campo como un método de investigación
etnográfico, en el sentido que más que una recogida de datos el trabajo de
campo consiste en una relación dialéctica entre la teoría y la práctica ya que
para llevar a cabo un trabajo de campo se requiere de una formación teórica
metodológica, junto con la aplicación de diversas técnicas y herramientas de
investigación (García Miranda; 2006:59). En este sentido, el trabajo de campo
en la antropología social y cultura, se presenta como la actividad fundamental
de todo trabajo antropológico y etnográfico, mientras que la aplicación del
trabajo de campo en otras disciplinas se puede presentar como una técnica de
investigación. En este sentido, el trabajo de campo etnográfico, más que una
técnica se nos presenta como un método.
En cuanto
a los orígenes del trabajo de campo en antropología, Julio Teddy García Miranda
(2006:59), describe que éste se encuentra a finales del siglo XIX y principios
del siglo XX, cuando antropólogos como Boas, Pit Rivers y Fraser entre otros,
en su intención de transformar la antropología en una ciencia inductiva
positivista, propusieron una nueva forma de investigación cultural, que
consistía en permanecer durante un cierto periodo de tiempo en la comunidad a
estudiar aprendiendo los elementos básicos de la lengua nativa; es así como en
su intención de transformar a la antropología, el trabajo de campo pasaría a
ser el método por excelencia de la antropología social y cultural, siendo a
partir de los trabajo de Malinowski y Radcliffe-Brown, en donde alcanzaría
mayor importancia, siendo de esta manera, como se consolidó el trabajo de campo
como el principal método para practicar la etnografía y ésta a su vez en la
materia prima para el análisis etnológico y antropológico. Más tarde los
trabajos de Malinowski, Ruth Benedic, Margaret Mead y Steward, es que los
antropólogos del siglo XX van a privilegiar el trabajo de campo y se va a
afirmar que la investigación antropológica es poco menos que imposible sin el
trabajo de campo (ibídem). Julio Teddy García Miranda (2006:60), manifiesta que
desde sus inicios la producción del conocimiento en la antropología se ha a
sustentando en el trabajo de campo. Éste representa la experiencia constitutiva
de la antropología, porque distingue a la disciplina, cualifica a sus
investigadores y crea el cuerpo primario de sus datos empíricos (Stockig citado
en Monistrol Ruano; 2007:1). De esta manera, encontramos afirmaciones como las
de Juan Manuel Delgado y Juan Gutiérrez (1999:143), quien nos menciona que se
suele considerar que toda investigación etnográfica para ser considerada como
tal, debe estar basada en un trabajo de campo.
En sus inicios,
se consideraba que el trabajo de campo era necesario por el hecho que sólo
mediante éste y la observación participativa, era posible describir e
interpretar a una cultura, para tal fin el investigador debía instalarse en la
comunidad practicando sus costumbres (García Miranda; 2006:60). Según
afirmaba Boas (citado en: García Miranda; 1995:59), es solo mediante una
estadía más o menos prolongada en una comunidad o cultura viviendo con sus
habitantes, conociendo su cultura y su funcionamiento, que era posible entender
una cultura; “En efecto, la interpretación de una cultura sólo puede hacerse
observándola desde el interior, para lo que es necesario haber convivido con
ella en una relación cotidiana intensa” (García Miranda; 1995:60). De igual
manera, encontramos antropólogas como Margaret Mead (citado en: García Miranda;
1995:60) quien mencionaba en torno al trabajo de campo, que había que
acostumbrarse a vivir con las carencias y la falta de servicios, conocer y
aprender sus gustos, sabores y olores, así como su lengua y sus formas de
comportamiento para poder entender e interpretar esa forma de vivir desde
adentro. En este sentido el trabajo de campo representa el eje de la
idiosincrasia disciplinar de la antropología social y cultural en donde la
observación participante desempeña un papel fundamental (Delgado y Gutiérrez;
1999:143).
Más que un
desplazamiento físico, el trabajo de campo etnográfico debe estar basado en la
experiencia vivida por parte del investigador. Es por ello que la etnografía y
principalmente el trabajo de campo, ha utilizado como una de sus principales
técnicas la observación participante. Esta última puede definirse como “…un
proceso caracterizado, por parte del investigador, como una forma consciente y
sistemática de compartir, en todo lo que permita las circunstancias, las
actividades de la vida, y, en ocasiones, los intereses y afectos de un grupo de
personas.” (Kluckholm. Citado en: Anguera Argiloga; 1995:77). Para ello se va
de la observación a la participación, del cuestionario a una entrevista y de la
pregunta a la respuesta, lo que exige la presencia del observador pero sin
alterar su desarrollo. Toda observación participante debe responder preguntas
como de quién, qué, dónde, cuándo, cómo y por qué de las acciones. La
observación participante se encuentra inevitablemente asociada a la práctica
antropológica (Delgado y Gutiérrez; 1999:143), e incluso se considera que solo
es posible describir e interpretar una cultura a través de una observación
directa participante (García Miranda; 2006:60); ésta nos aporta un conocimiento
directo y experiencial de la cultura (Aguirre Baztán; 1995:11). Aunque debemos
agregar que “La observación participante no subsume al trabajo de campo, pero
no sería posible fuera de él.” (Díaz de Rada y Velasco; 2003:18). De esta
manera, es como la etnografía busca describir de forma completa y exhaustiva
una cultura, observando y participando de manera directa en la vida cotidiana
de las personas, para ello, observa lo que pasa, escucha lo que dicen, pregunta
cosas y usa los mismos espacios con el fin de recoger gran cantidad de datos
que le permita esclarecer los temas que al investigador le interesa (Cedeño
Pérez; 2005:3). En este sentido, la etnografía, tiene como principal propósito
revivir por sí mismo la experiencia y relatarla desde su propia vivencia, como
si fuese uno de ellos:
Estas descripciones conforman una
relación en la que el etnógrafo forma parte de esa experiencia extensa y sólida
del sitio de campo; experiencia que el lector difícilmente podría tener (además
de una distancia analítica que los participantes, en principio, no son capaces
de compartir).” (Hine; 2004:61).
En una
etnografía tanto la descripción así como la interpretación, debe estar basado
no solamente en los testimonios de los miembros de una cultura, sino también en
la experiencia vivida por el investigador en la realización del trabajo de
campo, quien a través de la observación participante debe haber vivido por sí
mismo las prácticas culturales a estudiar. En este sentido, al vivir por sí
mismo la experiencia cultural, la etnografía como método no se limita
simplemente a una recogida e interpretación de los datos, sino también se
describe el contexto que produce esos datos, permitiendo de esta manera no
solamente una descripción e interpretación de los datos, sino también revelar
cómo se produce y reproduce el dato en un contexto cultural determinado, es
decir cómo se produce y reproduce una práctica cultural, lo que permite revelar
la estructura que produce cada uno de los datos, alcanzando de esta manera una
comprensión del objeto de estudio, es decir de la práctica cultura estudiada y
esto a su vez representa la singularidad de la etnografía y el trabajo de campo
con otros métodos de investigación. La singularidad del trabajo de campo
etnográfico y la observación participante, se encuentra en que no solamente nos
permite una recolección de datos sino también comprender el contexto que
produce esos datos; “No es que la experiencia del trabajo de campo tenga un
poder misterioso, pero sin ella la etnógrafa no encontraría el contexto -los
olores, sonidos, signos, tensiones, emociones, etc.- de la cultura, que intenta
evocar en el texto escrito.” (Wolf, citado en: Hine; 2004:61).
Aunque suele
considerase a Malinowski como el principal precursor del trabajo de campo en
antropología, “El capítulo introductorio de los Argonautas puede considerarse
la carta fundacional del trabajo de campo antropológico.” (Díaz de Rada y
Velasco; 2003:20), su aplicación en sí no necesariamente debe llevarse a cabo
tal como él lo forjó, ya que tal como afirma Díaz de Rada y Velasco (2003:20 su
aplicación debe adaptarse a las características de los grupos humanos y
comunidades que se quiere estudiar y en donde se va a convivir. En este sentido,
no existe un criterio único para la aplicación del trabajo de campo ya que éste
debe adaptarse a cada grupo humano o situación en donde se llevará a cabo. Sin
embargo, es necesario seguir con ciertos pasos en el que se encuentra la
redacción del proyecto de trabajo de campo, en el que se debe
especificar el lugar escogido, tiempo estimado, informantes claves, técnicas de
investigación, etc. Antes de comenzar el trabajo de campo es necesario diseñar
un proyecto en el que no solamente se prepara al investigador para la entrada
al campo, sino también, se identifican temas, escenarios y se elaboran las
guías de generación de información (Monistrol Ruano; 2007:2).
Ángel Aguirre
Baztán (1995:6), afirma que el proceso etnográfico corresponde al trabajo de
campo, el cual ser realiza a través de la observación participante y comprende
los siguientes pasos:
1. Demarcación del campo: comienza con
la elección de una comunidad concreta para realizar el trabajo de campo, a éste
le sigue la redacción de un proyecto de trabajo de campo, en el que se debe
especificar qué comunidad se va a estudiar, los objetivos que se pretenden
lograr con el trabajo de campo, los medios técnicos con que se cuenta y su
duración y financiación (Ob. Cit. 9).
2. Preparación y documentación: se
encuentra dirigida a consultar documentos bibliográficos y de archivo, éstos se
presentan como una fuente de información previa sobre la cultura a estudiar y
ésta a su vez es complementada por la utilización de fuentes orales (Ob. Cit.
10).
3. La investigación de campo: comienza
con la llegada e inmersión al lugar, la selección de informantes claves, el
registro de datos que van desde la descripción del lugar y comportamiento
social de los miembros de la comunidad, la aplicación de entrevistas o
encuestas y la observación participante (Ob. Cit. 11).
4. Conclusión: la terminación del
trabajo de campo y posterior reordenamiento de los datos (Ob. Cit. 14).
En cuanto a su
duración, éste debe finalizarse, o bien porque ha concluido la recogida de
datos sobre los aspectos fundamentales de la cultura estudiada, o bien por circunstancia
anómalas (Ob. Cit. 14).
El diseño de la
investigación etnográfica se nos presenta flexible en su planificación e
implantación, ya que entre otras cosas es el mismo investigador quien decide a
dónde ir, con quién conversar, qué datos recoger, a quién entrevistar, las
técnicas a utilizar, etc. (Martínez Miguélez; 2004:81). La etnografía consiste
en una descripción abierta, lo que implica que su diseño se presenta como algo
superfluo (Atkinson y Hammersley; 1994:42). En este sentido, el modelo de
investigación etnográfico resulta flexible pues no requiere de un diseño
extensivo previo al trabajo de campo e incluso la orientación de la
investigación puede ser cambiada a partir de los requerimientos de la
elaboración teórica (Atkinson y Hammersley; 1994:38). De igual manera, la
etnografía casi no necesita preparación previa, además de ser investigaciones
no programadas y su práctica se constituyen por lo inesperado (Atkinson y
Hammersley; 1994:41).
Una vez que se
ha planteado uno o varios problemas de investigación, el etnógrafo no solamente
debe seleccionar los lugares y casos de investigación (Atkinson y Hammersley;
1994: 53), sino también debe decidir dónde y cuándo observar, con quién
conversar, así como qué información registrar y cómo hacerlo (Atkinson y
Hammersley; 1994:59). También, es necesario que el lugar escogido sea
pertinente al problema de investigación; “….hay que enfatizar que en éste se
debe encontrar la información que se busca, ya que ambos aparecen en estrecha
interdependencia.” (Atkinson y Hammersley; 1994:54).
Una vez
escogido el lugar en donde se va a realizar el trabajo de campo, el
investigador debe realizar todo lo necesario para poder adentrarse en el mismo.
De igual manera es necesario seleccionar y justificar las técnicas de
generación de información (observación participante, grupos focales,
entrevistas individuales, etc), y por último debe seleccionar informantes
clave, porteros, participantes y sus características (Monistrol Ruano; 2007:2).
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